Un plástico es un acto de confianza al uso correcto del crédito y a su buen pago en el tiempo.
La pregunta no fue si gustaban, si son justas o si deberían de costar menos. La interrogante que lancé en mi participación en Sábados de Foro con Andrea Montalvo en Foro TV fue ¿cuántas tarjetas de crédito debemos tener?
Y ¡pum! La reacción derivó en tal descarga de reflexiones polivalentes y de emociones varias, que adicioné un sondeo en Twitter (@MCandianiGalaz): una sola; dos, tres o, ya entrados en abundancia, todas las que se pueda.
El sondeo cerrará el próximo viernes, pero las respuestas –y las reacciones a esas respuestas– de los primeros amables 828 votos ya nos ofrecen reflexiones sin desperdicio:
Miguel Ángel Torrijos escribió: “Las tarjetas son sólo instrumento de pago que debe saberse controlar (…). El número depende de cómo sepan administrar sus finanzas (…)”. No le puso número a la casilla, pero de acuerdo con su definición conceptual.
Francisco Morales respondió: “Todas las que puedas bajo los siguientes temas: No son una adición a tu ingreso; (hay que) aprovechar promociones; (y que) no sean onerosas las comisiones”. ¡Uff! ¿Las que puedas? Disiento de la generosa extensión de la posibilidad, pero coincido a la letra con sus primeras dos puntualizaciones.
Manuel Velásquez opinó: “Dependiendo qué tan organizado seas para el pago puntual de ella (s), pero para que quien no quiera complicarse, a veces, una es más que suficiente”. Y sí. Una puede resultar suficientemente complicada para quien no la usa bien.
V. Patricia Jiménez compartió: “Yo tengo tres y las voy rolando a efecto de utilizar promociones (…) pero siempre comprando y pagando”. Su filosofía de uso refleja la lógica de poco más del 50% de totaleros que tiene el sistema bancario mexicano.
Rafael González apuntó: “Otra es qué tipo de tarjetas se deben buscar y cuáles evitar”. Coincido, más que sólo cuántas, es importante tener claro cuáles nunca aceptar.
Andrés Montoya sintetizó el orden de algunos: “Tengo una para los gastos personales, domiciliar servicios y la otra para ‘el changarro’ ya que así no tengo que ocupar efectivo”.
Carolina Rocha M. puso el dedo en la llaga: “El crédito abre puertas, pero hay que saber entender que (…) es postergar un pago que debemos cumplir”. Una manera elegante de recordarnos que todo crédito compromete nuestros ingresos futuros y, la gente honorable, los ejerce para pagarlos.
Y si bien la conversación alrededor del sondeo da cuenta de más perspectivas del tema, a la pregunta ¿cuántas debemos tener?, mi respuesta es dos más una. Abundo.
Dos, de emisores y operadores distintos (mastercard, visa o Amex), porque no conviene exponerse a la imposibilidad de uso de una sola por la razón tecnológica o comercial que se quiera. Dos, porque permite complementar servicios y ordenar gastos para un mejor control. Abierto a tres, porque ésta no tiene que ser un plástico, sino una cartera digital que agregue seguridad a las crecientes transacciones en línea.
Pero no es una, dos o tres como número fijo. Lo relevante es sólo tener aquellas que puedes aprovechar de manera inteligente y pagar de manera responsable. Hoy presumir plásticos no es buena idea. Es más valioso mantener un impecable récord crediticio.
Y sí, técnicamente, una tarjeta de crédito es un financiamiento revolvente no barato y de cortísimo plazo. Y si bien las promociones, ciertos seguros asociados, algunos servicios al titular y la protección de fraudes agregan valor a la ecuación, lo accesorio no elimina lo principal. Un plástico es un acto de confianza al uso correcto del crédito y a su buen pago en el tiempo.
¿Piensas diferente? Bien. Hay tantas aproximaciones posibles al uso de las tarjetas, que por eso no dejaré de afirmar: caras vemos, American Express no sabemos.
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