La sensación incómoda de no poder tener apertura, velocidad y estabilidad en el mundo digital es algo con lo que irremediablemente y muy a su pesar deberá aprender a vivir el empresario.
Sólo quien ya ha diseñado un nuevo producto o experiencia para que viva enteramente en digital ya vivió el trilema que el autor y tecnólogo Jared Cohen ha observado en múltiples publicaciones: tratándose de redes y soluciones digitales uno se ve forzado a decidir dos de tres cualidades idóneas: accesibilidad, velocidad y seguridad.
Y sólo quien ya ha implementado un proceso de transformación digital en su organización ya vivió el trilema al que el internacionalista Fareed Zakaria menciona en su nuevo libro Ten Lessons for a Post-Pandemic World: “Resulta que en cualquier sistema (en una acepción más amplia), entre las siguientes características –apertura, velocidad, estabilidad– sólo puedes tener dos”.
No es difícil concluir que, en cualquier empresa, si todo está abierto u obligado a ser transformado, y además se requiere hacer a una enorme velocidad, la organización puede peligrosamente derivar en proyectos u operaciones fuera de control. Aun así, los trilemas tienen que ser procesados.
¿Con qué sensaciones incómodas debe aprender a vivir el empresario o director que está navegando su entidad productiva a nuevas capacidades digitales? Aquí tres para la reflexión:
1) Sólo cierta dosis de descontrol permite nuevas posibilidades. – El cambio de la realidad material a la realidad digital puede ser abrumador en más de un momento. Lo que antes era posible ver en procesos físicos, se convierte en indicadores en pantalla de lo que ocurre en el cibermundo.
Solamente resistiendo la tentación de dominio o influencia permanente, los directores analógicos pueden permitir nuevas realidades digitales.
2) Aun sin entender todas las interfases, hay que impulsar las soluciones digitales. – En un mundo físico, es relativamente menos complejo observar lo que funciona y, con el tiempo, entender la lógica de cada paso. En un mundo digital, pocos son los que pueden observar todas las interfases que intervienen en una solución determinada y son contados quienes comprenden cada detalle de su programación.
Sí. Cualquier empresario o director puede enriquecer su comprensión del mundo cibernético al máximo posible, pero debe darle oportunidad a nuevos outcomes (resultados) aun cuando en su fuero interno sepa que no entiende a microdetalle porque funciona lo que funciona en digital.
3) En el mejor de los casos sabes cómo inicia, pero no cómo terminará.- El proceso de hiperdigitalización en curso es tan multifacético que se puede definir como un conjunto de vectores cuyas fuerzas pueden producir resultantes insospechadas.
Son variadas y abundantes las historias en las empresas digitales que pretendían resolver ‘x’ de ‘y’ forma y acabaron encontrando una muy buena solución para ‘z’ de otra forma. Querer tener todas las respuestas el día uno tiende a frenar el todo.
Es casi imposible garantizar una sensación de estabilidad en una organización que está viviendo una aceleración inducida por la necesidad imperiosa de cambiar para sobrevivir, de transformar para mantener o de innovar para crecer. Entre más velocidad imprimimos en los procesos, lanzamientos y ajustes que se requieren, más inestable se sentirá el presente.
Así, mientras el mundo corre en sobre marcha y el entusiasmo de los agentes de la transformación empuja sostenidamente nuevas posibilidades, los equipos procuran encontrar ‘cómos’ más temprano que tarde, acompañados de eternas interrogantes y retos prolongados.
Y el empresario –en privado– siempre estará repasando los trilemas. Decidir entre apertura, velocidad y estabilidad (o seguridad) tenderá a ser siempre complejo. Y sí. La sensación incómoda de no poder tener las tres cosas en el mundo digital es algo con lo que irremediablemente y muy a su pesar… deberá aprender a vivir.
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