Si dueños y directivos no tenemos la pericia para reaccionar al nuevo entorno las empresas que gestionamos pueden caer en una crisis que afecte la viabilidad estructural del negocio.
Los síntomas pueden ser tan variados como agregados. Tus clientes regulares están dejando de pagar puntualmente. Algunos hacen pagos parciales no consensados. Los nuevos clientes tardan más en decidir una compra. Otros piden aumento de crédito o mayor plazo. Tus inventarios están dejando de rotar a la velocidad óptima. Vendiste menos o vendiste las mismas unidades, pero de productos con menor precio.
Para muchos, así se está viviendo lo que va del 2019. Y es que un periodo de crecimiento de la economía de casi cero, poco ayudado por una reducción sensible en el gasto gubernamental federal y muy afectado por la enorme incertidumbre que impera en la comunidad empresarial para nuevas inversiones, es difícil navegarlo sin afectación alguna.
Un país entra en crisis cuando enfrenta una situación grave y decisiva que pone en peligro el desarrollo de su economía (el todo), de un sector o de una región relevante. Una empresa entra en crisis cuando enfrenta cualquier acontecimiento interno o externo que afecta su competitividad; o bien, cuando empieza a deteriorar el estado de su posición financiera o su operación regular.
No sería correcto afirmar que México está en crisis generalizada (todavía), pero no sería correcto decir tampoco que no existen sectores o negocios que ya están empezando a vivir una crisis por externalidades negativas o, simplemente, por vulnerabilidad extrema.
¿Qué puede hacer un empresario o director de empresa cuando padece una crisis o ya es inminente que entrará en ella? Aquí 7 interrogantes para nutrir la reflexión y la acción inmediata:
1. ¿De todo lo que hace mi negocio, qué genera más dinero (para priorizar) y qué no lo genera (para atenuar o eliminar)?
2. ¿Hemos logrado disminuir los desperdicios, los defectos o las ineficiencias al máximo? Si bien habrá algunas que no conozco, es factible que haya muchas que sí identifico perfectamente.
3. ¿He logrado automatizar todo aquello que se puede automatizar y digitalizar todo aquello que se puede digitalizar?
4. ¿Tengo estudiados a mis clientes y prospectos con detalle y profundidad para atenuar riesgos comerciales evidentes y aprovechar ventajas relativas u oportunidades que puedan emerger en periodos de dolor en ciertos mercados?
5. ¿Tengo un método para evaluar con realismo el estado de la posición financiera del negocio, así como para monitorear el de mis clientes más relevantes y competidores más significativos?
6. ¿Ya dispones de una radiografía de tu personal crítico y del personal prescindible en caso de una obligada reducción de gastos?
7. ¿Qué afectaciones externas puedes blindar o atenuar para evitar que afecten el núcleo de tu operación o rentabilidad?
Crisis también puede ser definida como un cambio brusco e importante que sufre el estado de una persona o empresa.
“Es una cachetadita”, le escuché decir a un empresario desde la panorámica que ofrece un patrimonio consolidado y la cercanía al poder. “Ya nos habíamos desacostumbrado de las crisis”, dicen con preocupación directivos muy veteranos. “Es temporal”, afirman algunos optimistas indicando segmentos de la economía que todavía conservan cifras en verde.
Más allá de la discusión semántica, si dueños y directivos no tenemos la pericia para reaccionar al nuevo entorno con actos prudentes, decisiones asertivas, disposiciones oportunas y arrojo justificado, las empresas que gestionamos pueden caer –tan rápido como en un instante– en una crisis que afecte la viabilidad estructural del negocio.
Entre que la economía truene o se componga, son tiempos para operar bajo la premisa filosófica de que “cuando la madera cruje”, los reflejos y el talento deben aflorar.
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