Flexibles en lo que hacen, pero rígidas con sus propósitos. Flexibles en su operación, pero rígidas en su búsqueda de rentabilidad saludable. En el mundo de las empresas se repite con insistencia la imperiosa necesidad de diseñar organizaciones flexibles, al tiempo en que se exigen resultados financieros continuados.
Presentada como una condición necesaria frente a la presión de una suma interminable de transformaciones aceleradas en los mercados, la flexibilidad busca oponerse al concepto ortodoxo de una organización exageradamente estructurada, burocrática y, casi por definición, estricta y lenta.
En su definición clínica, la flexibilidad es la capacidad de distención (de músculos y ligamentos) para articular un determinado movimiento con la máxima amplitud posible, sin restricciones y sin dolor. Extrapolado al mundo de las organizaciones, suenan bien los adjetivos, pero resultan complicados para un paralelismo conceptual puro.
Entonces, ¿qué debemos contemplar aquellos directivos que no aspiremos a la intransigencia eterna inmovilizadora, ni a una docilidad que derive en algo incontrolable? Aquí tres reflexiones:
1) La flexibilidad es una cualidad.- Lo es cuando nutre la capacidad para adaptar con facilidad una operación, un procedimiento, un criterio o un producto a las muy diversas circunstancias que el entorno irremediablemente nos va requiriendo.
Ello no significa que no se busque ser consistente en aquello que produce relevancia y distinción en un cliente, sino que ofrece una cierta elasticidad para poder optimizar lo necesario en beneficio de un resultado procurado y productivo.
2) La flexibilidad es un tentación.- Es la base argumentativa por excelencia cuando se pretende acomodar normas o políticas a distintas situaciones o necesidades en el camino de un proceso, un trámite o cualquier conjunto de pasos definidos por un ente.
Ello no significa que se pueda tener cierto grado de razón cuando las cosas se enfrentan con imposibles o situaciones intransitables, pero no deja de ser un rasgo cultural o acomodaticio que en su peor expresión posible deriva en situaciones cuestionables.
3) La flexibilidad es una capacidad.- Y es que es la maleabilidad de una organización (cuerpo dirían los estrictos) para doblarse fácilmente, sin fracturarse, quebrarse o producir efectos nocivos para el resto del sistema.
Y sí. Es una cuestión de grados, pero es una condición virtuosa que permite acomodar ‘n’ cosas de manera que el todo siga fluyendo en beneficio de aquello para lo que fue diseñado.
Para quien dirige una corporación, el diseño de una entidad flexible siempre presentará el dilema entre organizar lo que haces ofreciendo determinado grado de elasticidad o amoldamiento y procurar un orden real que garantice cierto grado de certeza en lo que la empresa procesa para no caer en disfuncionalidades inaceptables.
Conciliar el justo equilibrio es un arte que hace todavía más sentido cuando sus efectos se evalúan a la luz de lo que produce valor para un cliente, sin originar costos donde no debe haberlos.
No obstante, la forma más pragmática que he visto para lograr esa conciliación es ser disciplinado y consistente en la operación que diseñas para el beneficio del conjunto y aplicar una flexibilidad táctica sólo en aquello que se justifica bien y se monetiza mejor.
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