Es importante entender que la electricidad no es un recurso natural, sino un simple producto.
Tanto en el calor mediático del debate energético como en la privacidad de la discusión en consejos de administración, no es inusual escuchar el uso de esos dos términos como si fuesen sinónimos.
La confusión pudiera parecer inocente en personas cuya vida es hoy inconcebible sin el suministro constante de corriente eléctrica de calidad, pero no es menor.
¿Qué es la electricidad? me permití preguntar en un sondeo en Twitter. 1,920 votos después, registró que el 54% contestó que es un producto, 42% que es un recurso y el resto confesó que no sabría distinguirlo.
En su definición más simple, la electricidad es una forma de energía que produce efectos luminosos, mecánicos, caloríficos y químicos principalmente. Los más rigurosos dirían que es un flujo de electrones que circula por un conductor en un determinado momento.
No obstante, para abonar a la buena conversación del tema, aquí tres precisiones para la reflexión directiva:
1) La electricidad es un producto.- Es resultado del ingenio humano. Su generación industrial a gran escala y la microgeneración distribuida son resultado de procesos inventados por la humanidad para gozar de corriente eléctrica constante y de calidad en donde se necesite.
No hay yacimientos de electricidad. No es un recurso natural que se explote para su disposición amplia, sino el efecto de un determinado proceso que puede o no requerir del uso intensivo de recursos naturales (unos renovables y otros no) y con efectos ambientales desde los más perversos hasta los más disminuidos.
2) La electricidad es un insumo crítico para la producción.- No hay industria, comercio o negocio de servicios cuyos procesos productivos no requieran de corriente eléctrica para sus distintos procesos productivos. Y no sólo se requiere con suficiencia, sino con calidad (sin intermitencias ni variaciones de voltaje) y al menor precio que sea posible.
Es un insumo tan sensitivo para el aparato productivo de cualquier región, que la pura percepción de que pueda faltar, resultar inestable o demasiado onerosa, produce todos los incentivos del mundo para que las empresas tengan que buscar opciones para garantizar suministro óptimo. Y es que la escasez o el alto precio se convierten en instantes en barreras para el crecimiento y la inversión.
3) La electricidad es un producto que tiende a la abundancia.- Al igual que en muchas otras áreas de la producción humana, las tecnologías para la generación de electricidad están teniendo un avance vertiginoso.
Y no sólo es relevante que hoy cualquiera genera corriente eléctrica en una casa, en el auto, en una bicicleta o en una pieza de ropa, sino que los grandes modelos de generación centralizada (para después trasportarla a centros de consumo) están evolucionando a capacidades distribuidas de alta potencia con menor impacto ambiental y maximización de la eficiencia.
Cualquier modelo de regulación del mercado eléctrico en un país es siempre perfectible. El objetivo, sin embargo, debe ser maximizar la abundancia de electricidad para quien la necesite o quiera consumir (personas, empresas y gobiernos), la presión perpetua de los precios a la baja y la alta calidad en la corriente eléctrica con los mayores niveles de disponibilidad humanamente posibles.
Es en el mejor interés de la economía del país que la regulación en materia de electricidad no procure el monopolio artificial de un jugador –sea estatal o privado–, que no privilegie una tecnología sobre otra, ni limite al consumidor o entidad productiva para decidir su mejor interés a la hora de autogenerar o comprar corriente eléctrica.
Y todo parte de entender que la electricidad no es un recurso natural, sino un simple producto.
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