En el mundo de los negocios hay que tener mucho impulso interno para lograr una práctica profesional destacada o para sacar adelante una empresa funcional.
La frecuencia de las invitaciones se incrementa. La dinámica de salidas a distintos compromisos se intensifica a paso constante y el número de personas reunidas se ve cada vez mayor.
Sí. Algunos todavía declinan, pero la tasa de confirmación a una actividad presencial es claramente mayor en múltiples formatos. Algunos siguen teniendo cuidados extremos, otros han bajado la guardia a las mínimas exigencias de su entorno, pero no hay duda de que la gente quiere socializar.
En su definición más simple, socializar es un proceso mediante el cual la persona aprende a relacionarse intencionadamente con personas –conocidas y desconocidas– de acuerdo con los elementos socioculturales de su medio ambiente, procurando un respeto armónico con las diferencias de personalidad y los estados emocionales prevalecientes.
Tras llegar a varios eventos, confesando ser particularmente observador de las condiciones de espacio, ventilación y distanciamiento dispuestos por los anfitriones, aquí tres momentos incómodos que han captado poderosamente mi atención:
1) No hay uniformidad en el saludo adecuado.- El abrazo efusivo puede incomodar hasta al más cercano de tus amigos, tanto como la respuesta con puño de quien no está dispuesto a corresponder en un saludo de mano abierta fraterna.
Es tan notorio que cada quien tiene niveles de comodidad distintos con conocidos y desconocidos, que no me asombra que en una convención a la que asistiré en breve me estén solicitando la elección explícita del color del botón que pondrán en mi gafete según mi grado de confort en la interactividad de los saludos: rojo, si sólo quiero codo a codo; amarillo, si prefiero que me pregunten antes; verde, si le doy la bienvenida a manos y abrazos.
2) No hay una etiqueta clara para el cubrebocas.- Hay obligación de usarlo en ciertos espacios cerrados. Y no queda duda de su conveniencia. No obstante, en ambientes en los que hay alimentos, la necesidad de retirarlo detona múltiples momentos incómodos.
Las expresiones son de lo más diversas cuando, sin consideración por el de junto, alguien decide postrar su cubrebocas sobre la mesa que comparte con terceros. O, una circunstancia contraria, cuando alguien decide mantener el uso de su cubrebocas en la casa de un anfitrión que le ha dicho en más de una ocasión que puede retirárselo.
3) Preguntar si ya están vacunados no lleva a respuestas binarias.- Los más que ya han podido vacunarse, sienten la necesidad imperiosa de contar cómo la obtuvieron. Que si en Estados Unidos, que si con ayuda de la vecina que le avisó del centro de vacunación en su zona y demás.
Y quien, por convicción o por falta de acceso a la sustancia, no se ha vacunado puede llegar a molestarse con aquél que lo incentiva a hacerlo o puede percibir cierto grado de presunción en quien detalla opciones que están fuera de su alcance.
La socialización es tan intrínseca al ser humano, como el deseo de autoprotección. Por eso no debe resultarnos sorpresivo que alguien marque distancia en un lugar de convivencia o modifique la expresión si siente que alguien está invadiendo su espacio de confort sanitario.
Los elementos socioculturales del mundo COVID en el que estamos aprendiendo a vivir están cambiando. Todos aspiramos a llevar una vida social y de trabajo lo más normal posible, pero ello no elimina el que tengamos que mantenernos alertas a posibles contagios evitables.
Así que en el próximo evento o compromiso al que estés invitado, lejos de asumir que todos están en tu misma sintonía sanitaria, vale la pena ser cauteloso con más de uno de tus actos y respetuoso de aquellos que lejos del festival de los abrazos prefieren mantenerse en el amable contacto de puños saludables.
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