Millones de niños y jóvenes iniciarán esta semana un nuevo ciclo escolar. Es la ocasión del rencuentro con sus compañeros y de la concurrencia al espacio físico dispuesto para la construcción de saberes.
Es un día emocionante para muchos. Un dilema procesado para otros. Una manera de iniciar una nueva era de la educación presencial enmarcada en un conjunto siempre insuficiente de precauciones sanitarias.
Millones de niños y jóvenes iniciarán esta semana un nuevo ciclo escolar. En cualesquiera de las nuevas configuraciones que cada escuela haya podido definir, es la ocasión del rencuentro con sus compañeros y de la concurrencia al espacio físico dispuesto para la construcción de saberes.
En su definición más simple, una endemia es la presencia constante de una enfermedad en un área geográfica determinada. Se mantiene a lo largo de mucho tiempo en un país o región determinada y su población debe habituarse a prevenir al máximo el posible contagio.
¿Por qué abrazar este nuevo comienzo presencial en plena endemia? Aquí tres reflexiones para la conversación:
1) La interacción física debe privilegiar lo importante.- No es inusual escuchar argumentos de cuidado máximo en espacios laborales y de educación, sólo para flexibilizarlos en la dinámica de la socialización comunitaria multifactorial y en otras actividades menos relevantes. Es al revés.
Alumnos y profesores deben cuidarse mutuamente para poder asistir a los mejores espacios que estén a su alcance, permitiéndose la convivencia educativa, el descubrimiento cognitivo y la sana construcción de vínculos emocionales hacia la actividad académica y el conocimiento.
2) El desarrollo de habilidades ocurre en realidades concretas.- En el mundo ideal, la pandemia no debería haber derivado en una endemia. Niños y adultos deberíamos estar vacunados con un agente que ofreciera inmunidad plena o, por lo menos, ya disponer de una cura inmediata al COVID-19. Tristemente, ese no es nuestro contexto.
La realidad que enfrentamos las comunidades escolares –en nuestro respectivo teatro de operaciones– nos obliga a padres de familia, directivos y alumnos a desarrollar nuevos métodos y habilidades para cuidarnos, al tiempo en que maximizamos la formación de capacidades de análisis y carácter en los alumnos de todos los grados.
3) El colegio es un refugio para los más.- No sólo es un espacio diseñado para el aprendizaje integral de un alumno, sino es un ambiente diseñado para la construcción de nuevos referentes y, en consecuencia, de mejores futuros posibles.
El alejamiento temporal del alumno de ese espacio comunitario tuvo su razón de ser. Hoy, con información científica a la mano, debemos lograr que cada escuela transforme espacios y procedimientos para atenuar contagios lo más posible, pero confirmando a la escuela como un refugio óptimo para el relacionamiento constructivo de niños y jóvenes.
Que no haya ingenuidad. Este retorno a clases no estará libre de riesgos multifactoriales, ni de historias de contagios que derivarán en complicaciones operativas para muchas escuelas y desenlaces médicos delicados para algunos. Debemos ser cautos con las expectativas.
Lo que sin duda debe privilegiarse en este regreso a clases presenciales es la decisión de los padres de familia en uso de nuestra más amplia libertad. Si mandamos a nuestros hijos a la escuela presencial en plena endemia es porque creemos que su bienestar en ese espacio derivará en más positivos que la posibilidad real de contagio. Si no se percibe así, cualquier madre o padre debe poder decidir en conciencia no mandar a sus hijos a clases presenciales todavía.
Y sí, mis hijos asistieron emocionados esta mañana a su colegio. Aun sin haberlos podido vacunar todavía, su mamá y su papá atenuamos nuestros temores confiando que su escuela es un refugio constructivo que los enseñará a vivir la vida como es, con arrojo, responsabilidad e inteligencia.
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