El reto de abrir una simple puerta de baño en tiempos del coronavirus

El mundo pandémico lamentablemente no deja de sufrir, pero sigue brillando el fascinante ingenio humano.



La diversidad de escenas se ha vuelto material digno de ser revisado por el autor de Toc Toc. Basta observar a alguien que en un restaurante se termina de lavar las manos. Lo normal sería que se las terminara de secar y saliera con la confianza que ofrece el cumplir con la recomendación más elemental que nos hace la comunidad médica internacional.

Pero como la posibilidad de contacto con superficies contaminadas es un factor que eleva en cierto grado el riesgo de contagio de COVID-19 (y otros bichos) –si ese baño tiene una puerta que resulta indispensable abrir para salir–, ese acto mundano se convierte en un almanaque de momentos cómicos entre quienes la empujan con la espalda, la quieren abrir con el pie o simplemente rezan para que alguien más la abra.

Concluido un viaje después de meses de no salir del país, aquí tres momentos que captaron poderosamente mi atención por su respuesta ingeniosa:

1) Para los que ahora usan los pies para abrir la puerta. – Si el diseño del abatimiento te favorece, basta con un empujón en la proporción que el peso de la puerta y el grado de prudencia exijan; pero, ¿y si la tienes que abrir?

Pues los administradores de la Sala Centurión de American Express de la Terminal 2 del AICM deben haber visto tantas veces fallar la técnica del pie sobrepuesto, que mejor ya colocaron un accesorio a nivel del pie para que quien lo prefiera jale la puerta con la pierna.

2) Para los que ahora salen con las toallas de papel en la mano. – Y es que ya no es sólo un instrumento de secado, sino ahora es una protección para el contacto con la manija o superficie que abre la susodicha puerta.

Pues los administradores del Hotel Wyndham en Austin deben haber visto a tantos clientes fallar la técnica basquetbol que era para depositar el papel en el basurero interior del baño (desde el marco de la puerta), que mejor colocaron otro afuera con un enorme letrero que indica que la tires ahí.

3) Para los que prefieren cuidado doble. – Se acaban de lavar las manos como cirujanos, pero necesitan adicionar una buena dosis de gel con alcohol. Sí, para eso hay ya nuevos dispensadores en el área de lavabos.

No obstante, ante los múltiples errores de clientes que en actos no meditados colocan gel en su deseo de enjabonarse y viceversa, muchos están optado por colocar el gel afuera del baño, deseando que lo accesorio no sustituya lo principal.

Confieso que me intriga observar a las personas en sus reacciones espontáneas frente a las nuevas interacciones en el espacio público y en áreas comunes privadas. Desde agradecer que seas tú quien les abra la puerta cuando salen, hasta quienes dudan en la forma correcta de esperar turnos en una era que sigue promoviendo distanciamiento social, al tiempo en que muchos olvidan esa elemental regla sanitaria cuando su esfínter o la ansiedad de desempeño domina su estado emocional (abordando un vuelo, por ejemplo).

Tiene razón Jonathan Ruiz Torre en su columna ‘Pásale virus, ya terminamos de cocinar’ cuando concluye que “el costo de salir es la prolongación de la condena a usar cubrebocas”. Y me permito adicionar que ese costo es también el aprender a lidiar saludablemente con los momentos incómodos que nos ofrecen las múltiples precauciones que toman unos frente a otros que no toman ninguna.

Lo cierto es que en ese mosaico de criterios tan diverso en el que confluyen quienes ya estamos activos en dinámicas empresariales presenciales, ciertos viajes y determinados restaurantes, hay casos que invitan a alzar la ceja, a reír o a llorar como en la imperdible comedia de Laurent Baffie basada en obsesiones compulsivas

Así el mundo pandémico que lamentablemente no deja de sufrir, pero en el que sigue brillando el fascinante ingenio humano.

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* Las opiniones expresadas en esta columna son de exclusiva responsabilidad del autor y no constituyen de manera alguna la posición oficial de yoinfluyo.com

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