Cuando la conversación inteligente ocurre, la mente expande sus posibilidades y el ser humano se reafirma en su potencial infinito para cambiar la realidad.
“Me invitaron a ser moderadora en un panel”, me texteó una amiga de muchos años.
Percibí el compromiso que surge en una profesional como ella cuando una organización te confía la moderación de una conversación de tres o cuatro voces autorizadas o expertos, con la expectativa de que afloren diversas opiniones sobre un tema y que la interacción –en digital o en presencial – fluya con tanto orden como interés para la audiencia objetivo.
En su definición más simple, moderar es dirigir una reunión o conversación entre varias personas, dando la palabra a quienes quieren intervenir. Es evitar el exceso de una cosa. Y en un panel, implica ordenar el flujo de las intervenciones de todos los participantes, conteniendo la posibilidad de que unos abusen del uso de la voz.
¿Qué debe hacer o evitar quien asume ese rol para nutrir el dinamismo de la conversación y la relevancia del contenido? Aquí las tres máximas para la buena moderación de un panel en el mundo asociativo o corporativo:
1) Trabaja tu competencia temática y ancho de banda reflexivo.- Ordenar la secuencia óptima de una conversación, hacer preguntas contextualizadas y poder acentuar los puntos más relevantes de un tema, supone que gozas del conocimiento suficiente y adecuado, pero que también estás conectado con los aconteceres del momento.
Días antes del panel, revisa opiniones ya publicadas de los panelistas, lee las piezas de buena información que te ofrezcan prensa o academia, conversa con otros conocedores de la materia, afina preguntas alternativas. Todo lo que nutra tu perspectiva temática suma, menos la improvisación.
2) Estudia el perfil profesional y personal de cada panelista.- Las más de las veces el moderador no elige a los panelistas o no los conoce a profundidad. Pero aun si fueran conocidos, resulta necesario estudiar sus biografías, sus publicaciones, las polémicas en las que se ha involucrado, sus rasgos de carácter y algo de su entorno personal.
Decidir qué preguntarle a quién, en qué orden y si una pregunta debe o no traer a la atención de la audiencia algún dato del panelista es la prerrogativa más grande del moderador. Y para usarla bien, se tiene que estudiar a cada miembro del panel más allá de sus credenciales estrictamente profesionales.
3) Asúmete como la voz de la audiencia.- Un buen moderador no sólo es el cuidador del uso preciso de los tiempos disponibles, es quien le puede dar voz a las inquietudes implícitas y explícitas de quienes amablemente escuchan.
Apoyándote en los ‘n’ recursos tecnológicos hoy disponibles o no, tus preguntas deben verbalizar las inquietudes de la audiencia. Y ello implica, muchas veces, tener el carácter para hacer las preguntas que producen cierto grado de incomodidad en un panelista, pero que buscan las respuestas que la mayoría de las personas quieren escuchar.
Lo afirmé en una columna previa y lo subrayo. Un panel no es una suma de miniconferencias. Es un coloquio, un diálogo diverso que produce mayor interés cuando se ve enriquecido por la elocuencia, la capacidad de síntesis y el buen humor de sus integrantes.
El buen moderador no brilla por sus puntos de vista, brilla porque permitió que aflorara lo más relevante que cada panelista puede aportar, sin que nadie haya monopolizado la palabra o la opinión.
Lo confieso. Soy fan de los buenos paneles. De esas interacciones que permiten conocer mejor a los personajes que los integran, que ofrecen perspectivas realmente reveladoras y que ocurren en un ritmo y con tal interacción que hacen que el tiempo vuele.
Y es que cuando la conversación inteligente ocurre, la mente expande sus posibilidades y el ser humano se reafirma en su potencial infinito para cambiar la realidad.
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* Las opiniones expresadas en esta columna son de exclusiva responsabilidad del autor y no constituyen de manera alguna la posición oficial de yoinfluyo.com