A un año de la elección, la economía va mal, tan mal que lo dicen los datos económicos, no “otros datos”, sino los que da el Inegi: crecimiento negativo de -0.2%.
La política nos importa a todos, porque las decisiones que se toman desde el poder tienen que ver con la vida diaria, con la vida de la señora que tiene una estética, con la vida de la familia que invierte su capital en rentar un local para poner un pequeño restaurante, con la vida de la familia que tiene un enfermo en casa, con la vida de cada uno de los mexicanos.
Entre las medidas que se han tomado y que prácticamente no tienen reversa en el daño que han hecho a los mexicanos podemos dar muchos ejemplos. En lo económico: primero, tirar literalmente a la basura miles de millones de dólares, es decir cientos de miles de millones de pesos de los mexicanos que se tomaron prestados y los tendremos que ir pagando los próximos veinte años, para nada. Peor aún, lo no contabilizado es mayor: el daño al crecimiento potencial del país, puesto que se mandó a los inversionistas la peor señal que quieren esperar: la arbitrariedad venida del gobierno. Eso genera como consecuencia que nadie en su sano juicio va a invertir lo mucho que requiere el país en proyectos de largo plazo a sabiendas de que hay un gobernante que en “un n de semana” puede cancelar el que sería uno de los cinco aeropuertos más grandes del mundo. Al frenarse la inversión, se frena el crecimiento y el empleo. Muchas áreas particulares de la economía ya resienten un daño específico, es el caso del turismo porque se prolonga la existencia de un cuello de botella que frena una de las actividades más dinámicas del país. Para ponerlo gráficamente, si un día los turistas del mundo quisieran venir a todos los hoteles que existen en México para vacacionar, apenas podríamos cubrir un poco más de la mitad de las habitaciones porque el aeropuerto actual es incapaz de enlazar la mayoría de los destinos turísticos del país, es decir, no tenemos conectividad aérea suficiente. Eso no lo resuelve Santa Lucía, es más, se habla de que para operar simultáneamente con el aeropuerto existente, tienen que reducirse las operaciones del actual, es decir, tendremos menos operaciones con dos aeropuertos que cuando operamos sólo con el actual.
También se sabe que para poder “rescatar” a Pemex se tienen que invertir cantidades multimillonarias en exploración y producción de petróleo y gas, es decir, lo que los expertos llaman “la corriente de arriba” u “upstream”. Y la decisión más empecinada del gobierno es invertir en el lado opuesto de la cadena de Pemex, es decir, en una refinería que está “aguas abajo” o “downstream”. Esta decisión le está diciendo a los inversionistas que el gobierno no tiene la menor idea de cómo funciona el sector petrolero ni energético, lo cual ha llevado a que Pemex pierda la calidad de inversión en sus bonos, circunstancia que puede arrastrar a todo el país. En resumen, a un año de la elección, la economía va mal, tan mal que lo dicen los datos económicos, no “otros datos”, sino los que da el Inegi: crecimiento negativo de -0.2%. Y llegamos a uno de los meses en que menos empleos se han creado en los últimos diez años: 3 mil empleos contra los 80 mil y hasta 100 mil empleos que llegaron a generarse en años anteriores.
Todo esto, por decisiones únicamente económicas. Ya hablaremos, en otros artículos, de algunos ejemplos en materia social y política y desde luego en seguridad, que sigue siendo el mayor problema de México y que, a un año de la elección, solo se ha agravado.
Pero que nos sirva de lección que no podemos no participar en política, que hoy México nos exige un esfuerzo mayor de generosidad y de participación. Por ello, muchas gracias a quienes hicieron posible la constitución de México Libre a través de seis asambleas que exitosamente se celebraron el pasado n de semana.
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