El mensaje fue tan claro que consiguieron, en ambos casos, revertir los proyectos y “satisfacer” la voluntad de quien detenta al poder.
Afortunadamente, mucho se ha escrito en contra de la desastrosa decisión que tomó la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Jurídicamente, fue un despropósito, políticamente, también.
La inconstitucionalidad de la consulta propuesta por el presidente era evidente, cualquier alumno de prepa que recibe lecciones de Derecho Positivo Mexicano lo sabría. Lo sabían también las ministras y los ministros que votaron a favor de las ocurrencias del Poder Ejecutivo, de ahí los argumentos tan débiles, tan inconsistentes, tan incongruentes, tan diversos, tan dispares, tan indignos. No debatieron, no resolvieron, sólo politiquearon.
La sesión en la que se votó la constitucionalidad de la consulta fue penosa porque no pudieron hacer justicia (quizás tampoco lo intentaron) y tampoco hicieron política. Fue una claudicación y una rendición ante el poderoso, rompieron la división de poderes y abrieron las puertas a la polarización y al odio.
Además, la sesión de la Corte tuvo signos particulares. Permítanme un quizás insignificante –para unos– recuerdo personal con respecto a la sesión del Consejo General del INE que negó el registro a México Libre. En ambos casos –la sesión de la Corte y la votación de los consejeros del INE– se cambió una tradición y una buena práctica para dar paso a lo que parece el protocolo de la sumisión: el presidente del órgano colegiado habló primero para anunciar el voto contra el proyecto que no era del agrado del Poder Ejecutivo y todavía intervinieron una segunda vez por si quedaban dudas. El mensaje fue tan claro que consiguieron, en ambos casos, revertir los proyectos y “satisfacer” la voluntad de quien detenta al poder.
Más adelante, en el caso de la sesión de la Corte, trataron de enmendar la plana y –tácitamente– reconocieron la inconstitucionalidad del acto cambiando la pregunta –supongo que para hacerla “constitucional”– y la dejaron tan amplia que todo cabe. Como suele suceder en estos casos, el resultado fue desastroso. Todo mal.
Parece que se desvanece la esperanza. Sin embargo, todavía hay quienes permanecemos en la voluntad firme de creer en el Derecho “como mejor instrumento para la convivencia humana; en la justicia como destino normal del Derecho”.
¿Qué es lo que sigue? Seguimos nosotros, seguimos usted y yo, seguimos los que hartos decidieron llenar el Zócalo a las 48 horas de haberse celebrado esa sesión, seguimos nosotros que también somos pueblo y que –insisto– tenemos que sostenernos en la vía pacífica y legal de nuestras acciones. Y, para ello, vale la pena recordar los elementos de valor que se dieron alrededor de esta decisión y que no podemos pasar por alto. Señalo cinco:
1.-Una ministra y cuatro ministros que no se rindieron. A ellos, sí los nombro: Luis María Aguilar Morales (el autor del proyecto) Norma Lucía Piña Hernández, Javier Laynez Potisek, Jorge Mario Pardo Rebolledo, y José Fernando Franco González-Salas.
2.-Las frases valientes de algunos de los ministros que quedaron grabadas, entre las cuales cuentan: “un concierto de inconstitucionalidades” (Ministro Luis María Aguilar); “La Justicia no se consulta” (Ministro Laynez en su gran intervención); “a mí no me presiona nadie” (Ministra Norma Lucía Piña).
3.-Los tres colegios de abogados más importantes se pronunciaron. Esto no es menor, inició la Barra Mexicana de Abogados con un pronunciamiento que dio a conocer su presidente. Los otros colegios fieles a su convicción jurídica, también en un acto de solidaridad, no dejaron sola a la Barra.
4.-Opiniones escritas que en muchos de los casos pueden ser leídas como si se tratara de una clase de Derecho o de política.
5.-Innumerables expresiones valientes que en redes sociales se hicieron con dolor, asombro e indignación.
He señalado 5 motivos para no perder la esperanza. Hago un llamado a no polarizar, pero también a no claudicar. Y para el Poder Ejecutivo, a quien le gusta tanto citar al papa, cito una parte del numeral 15 de su nueva Encíclica: “La mejor manera de dominar y de avanzar sin límites es sembrar la desesperanza y suscitar la desconfianza constante… Hoy en muchos países se utiliza el mecanismo político de exasperar, exacerbar y polarizar. Por diversos caminos se niega a otros el derecho a existir y a opinar y, para ello, se acude a la estrategia de ridiculizarlos, sospechar de ellos, cercarlos.”
Aquí seguiremos los militantes de la esperanza por la justicia en la libertad.
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