El diálogo nos enseñará la verdad de lo que está pasando y que hoy se esconde, de manera cruel e irresponsable, desde el aparato del poder.
En el artículo pasado me referí a 5 afirmaciones que implican características del populismo: 1) no le importan las ideas; 2) anula los valores democráticos; 3) no respeta la libertad de expresión; 4) anula la división de los poderes; y 5) no le importa el futuro a mediano ni a largo plazo. Sus herramientas son la mentira, la polarización, el odio, el linchamiento y la explosión de reacciones emocionales e irreflexivas.
En México se ha vuelto evidente la instalación de este peligroso populismo en el que la “omnipotente mayoría” se encarna en un solo hombre que es el presidente actual. No importa que éste se pueda rodear de buenas o malas personas, al final del día no parece necesitarlas, no necesita generar un diálogo; su proyecto es individual y lo peor es que el poder que tiene y los mecanismos autocráticos que se generan alrededor de él, se lo permiten.
Como consecuencia, los mexicanos vivimos un verdadero drama: en estos dos años el populismo ha permeado de tal forma que ha generado resultados negativos en todos los órdenes. La crisis económica, los niveles de inseguridad, los ineficaces servicios de salud y de educación, la impunidad, la justicia selectiva, la claudicación de los Poderes de la Unión para dar paso a la voluntad del Poder Ejecutivo, la negación de los derechos, la cancelación de una visión proenergías renovables, y la lista interminable de malas decisiones han hecho de México un país que ya casi no tiene herramientas para enfrentar con rapidez el futuro que se vislumbra obscuro.
La realidad nos pide actuar urgentemente. La decadencia provocada por este gobierno nos obliga a todos a hacer uso de las herramientas democráticas —las pocas que quedan, pero que aún son suficientes— y mirar hacia adelante.
La más importante y elemental de esas herramientas, de fácil disposición para todos los mexicanos y que nos permitirá enfrentar juntos los retos, es el diálogo. Pero el diálogo plural, no entendido como un discurso de dos ni de tres, sino el enfrentamiento de ideas y opiniones de una gran mayoría. El diálogo supone conocimiento de la realidad con su propia visión, es la expresión de la idea y, al mismo tiempo, capacidad de escucha y reflexión. No será fácil dialogar, a los mexicanos nos cuesta más dialogar que dar discursos.
Por eso las alianzas son importantes, pero no lo son todo. El diálogo nos permitirá reconocer que el silencio de hoy es la complicidad con los resultados de mañana; el diálogo nos permitirá recordar lo que como sociedad habíamos olvidado en términos históricos y políticos; el diálogo permite que nos demos cuenta que la injusticia cometida a una persona o un grupo de personas que piensan distinto al poder es una injusticia perpetrada contra todos; nos dará la capacidad de escuchar para que entendamos que las ideas y los sentimientos sí son importantes. El diálogo nos enseñará la verdad de lo que está pasando y que hoy se esconde, de manera cruel e irresponsable, desde el aparato del poder.
No será fácil. Tendrá que ser un trabajo arduo y de todos los días, tendremos que ser solidarios ante las injusticias cometidas a otros (con la consciencia de que quien es testigo de la injusticia y no la denuncia, la coadyuva), tendremos que darnos la mano constantemente, aunque las mentiras desde el poder nos abrumen. No será fácil. Tendremos que ser valientes.
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