Sé de los errores, pero también me consta cómo hombres y mujeres de la Policía Federal han arriesgado su vida por la seguridad de los mexicanos: me consta la valentía con la que enfrentaron al crimen organizado, el esfuerzo con el que trabajaron.
Si un ciudadano ve que su gobierno puede terminar de un momento a otro con un aeropuerto que llevaba casi la mitad de la construcción, que generó deudas al país y que estaremos pagando los mexicanos en los próximos años. Si lo hace y no pasa nada.
¿Qué puede esperar respecto de la paridad de su trabajo en ese gobierno? Nada. Si un ciudadano común, ve que se cancela un programa que beneficiaba a más de 200 mil niños y niñas, ayudaba a las mujeres, permitía que recibieran un ingreso más a treinta mil personas y al gobierno no le importa cancelarlo, ni le importa haber faltado a su palabra empeñada en el discurso de inicio de gobierno. ¿Qué puede esperar de ese mismo gobierno si éste decide disminuirle su sueldo a la mitad, o correrlo sin prestaciones? Nada.
Si un gobierno anuncia un Metrobús, para una zona importante del norte del país, y después de unos meses, en un mitin, consulta a los asistentes si están de acuerdo con esa obra y le dicen que no y por esa razón lo cancela. ¿Qué puede esperar un ciudadano común con respecto a su contrato laboral con el gobierno? Lo mismo: abuso de autoridad e ilegalidad en las decisiones.
¿Por qué? ¿Por qué un policía federal debe darle el beneficio de la duda a un gobierno que lo ha insultado y que lo ha maltratado? Lo sucedido en los últimos días no es más que la consecuencia de la desorganización y del maltrato que desde el poder se le hace a toda persona. ¿Por qué deben creer en un gobierno que viola una y otra vez el derecho? Es entendible su miedo a que no se le respete sus derechos.
En estos días insultaron a la Policía Federal una y otra vez, desde sus jefes, pasando por el secretario hasta el presidente; quien intentó alzar la voz por defender sus derechos, fue acusado y amenazado; y la promesa de diálogo, al parecer sólo fue para avisarles que no serían aceptados y que tampoco los indemnizarían. Eso no es diálogo.
Sé de los errores, pero también me consta cómo hombres y mujeres de la Policía Federal han arriesgado su vida por la seguridad de los mexicanos: me consta la valentía con la que enfrentaron al crimen organizado, el esfuerzo con el que trabajaron; me consta las familias que vieron a sus hijos, a sus hermanos dar la vida –literalmente– por un ciudadano o por México. En muchos campos la Policía Federal es la única que puede llevar a cabo una investigación adecuada y eficaz; los vi prepararse; los vi con sus familias, en sus escuelas y hasta como pacientes al ser víctimas del crimen organizado. No merecen el trato que ahora se les da. Hoy los policías federales se han unido a la frustración y desesperanza de muchos servidores públicos a los que han corrido sin ninguna explicación.
A las historias de “la Cuarta”, se unen las de los policías federales, las de sus familias, las de tantas mamás que vieron a sus hijos entregar muchos años de su juventud a esa Institución. Hoy a base de mentiras, la destruyen –¡una más!–. La Policía Federal es una institución que fue abandonada durante el sexenio pasado, pero siguió trabajando. Debido a este abandono, probablemente la corrupción se infiltró en algunas partes de la Policía Federal, sin embargo, hay muchas cosas buenas que hacen no sólo innecesaria la humillación sino condenable.
Destruyen la Policía Federal para que se convierta en Guardia Nacional, para que pierda identidad y fuerza, y para que, humillados, integren otro cuerpo de seguridad que sirva a la causa que no parece ser México. Lo que deberían hacer es escuchar a los policías.
Una y otra vez se empeñan en destruir las instituciones.
Mi solidaridad y mi apoyo al Ejército y a la Marina que por la disciplina militar han tenido que guardar silencio, pero seguramente escucharon: “Si por mí fuera, desaparecería al Ejército”. Yo, no.
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