Aunque no lo reconozcamos, México vive una democracia débil y, en consecuencia, corremos el riesgo de perderla.
Cuando se fundó la CELAC (Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños), México gozaba de un liderazgo internacional con gran poder de convocatoria.
Cuando se fundó la CELAC, quien encabezaba la Secretaría de Relaciones Exteriores no pretendía ser presidenta de la República ni era vista como una posible candidata a vencer. Cuando se fundó la CELAC se pensó en reforzar la representatividad de América Latina y el Caribe en el ámbito internacional. Los esfuerzos se encaminaban a la unidad para la representación y no para odiar a Estados Unidos o a la Organización de Estados Americanos. Bajo este nuevo contexto, una reunión de jefes de gobierno de la CELAC no me generaba ninguna ilusión. Sin embargo, aparecieron voces demócratas.
La reunión de la CELAC fue convocada para finalizar la semana de los festejos de los días de la Patria, en los que el reclamo de haberle dado la voz a un dictador como Díaz Canel fue creciendo, pero el presidente de México insistió en convertir al presidente de Cuba en el protagonista principal de nuestro día nacional.
La cosa no acabó ahí. Lo que siguió fue la llegada “sorpresiva” de Nicolás Maduro. El gobierno seguramente quiso que su llegada fuera con discreción, pero ese atributo no se le puede pedir a Maduro. El dictador venezolano llegó en su lujoso avión, parecido al de la dictadura cubana, y se hizo presente en las redes sociales. Y eso que México es sede de las negociaciones con la fuerza opositora de Venezuela, por lo que deberían de preocuparse un poco por parecer un árbitro imparcial.
Así iniciaba la cumbre cuando, como suele suceder en la política, cambiaron los protagonistas y la CELAC vivió un giro cuando las voces democráticas del CELAC se hicieron oír. El presidente de Paraguay, Mario Benítez, aclaró que no reconocía el gobierno de Nicolás Maduro, además de reiterar que la OEA también reflejaba una vocación integradora.
Después vino la intervención del presidente de Uruguay, Luis Lacalle, de la que destacó lo siguiente:
“Participar en este foro no significa ser complaciente, señor presidente, y por supuesto, con el respeto debido, cuando uno ve que en determinados países no hay una democracia plena, cuando no se respeta la separación de poderes, cuando desde el poder se usa el aparato represor para callar las protestas, cuando se encarcelan opositores, cuando no se respetan los derechos humanos; nosotros en esta voz tranquila pero firme debemos decir con preocupación que vemos gravemente lo que ocurre en Cuba, en Nicaragua y en Venezuela”.
Más adelante, el mismo presidente de Uruguay le recordó a su “homólogo” de Cuba que en Uruguay la oposición tiene resortes democráticos para quejarse, a diferencia del régimen cubano y terminó recordando aquella canción que conocimos a través de las redes sociales y que se cantó como “Patria y Vida” en el movimiento el 11 de julio, que fue reprimido por la dictadura cubana:
“…Que no siga corriendo la sangre
Por querer pensar diferente
¿quién le dijo que Cuba es de ustedes?
Si mi Cuba es de toda mi gente…”.
Para los demócratas de Venezuela, Cuba, Nicaragua estas palabras fueron un respiro, también para los de México porque, aunque no lo reconozcamos, nuestro país vive una democracia débil y, en consecuencia, corremos el riesgo de perderla; dichas voces de solidaridad democrática dan fuerza y por eso va toda mi gratitud a esos Jefes de Estado que nos recordaron la importancia de la Democracia y su valor esencial que es la libertad.
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