A muchos de nosotros no nos queda duda de que enfrentaremos una elección de Estado en 2024, (La “elección de Estado” se refiere a la manipulación del proceso electoral por parte del gobierno en turno para favorecer a su candidato y partido). En su reciente libro, “El arte de ser humanos”, Rob Riemen se refiere al populismo de la siguiente manera: “Si lo comprendieran, sabrían que la historia nos enseña que ningún líder fascista jamás ha abandonado la política sin problemas”. Se tratará, entonces, de una elección de Estado en la que todo el aparato de poder está trabajando para minar una posible derrota del populismo por todos los flancos, incluyendo el del ánimo ciudadano.
Por ahí de 1991, Luis Felipe Bravo Mena me platicó que quienes luchaban por la democracia en Alemania del Este (seguramente Angela Merkel lo llegó a hacer) prendían una vela en familia para no olvidar que lo último que podían perder era la esperanza. Y es que lo que mata a un movimiento no es la autocrítica, sino la pérdida de la esperanza y el desánimo.
Lo advierto porque, últimamente, la política se ha llenado de aquellos a los que Daniel Innerarity se refiere como “observadores externos o clientes enfurecidos que terminan destruyendo las condiciones en las cuales puede desarrollarse una vida verdaderamente política”. Es el caso de muchos opinadores expertos en la narración de la catástrofe que, voluntaria o involuntariamente, van impregnando semillas de desánimo tan necesarias para el poderoso y tan destructoras para quienes, desde la desventaja, deben organizarse y requieren de mucho talante democrático para que no haya capitulaciones en la lucha por la libertad en nuestro país.
Claramente me refiero a la andanada de críticas que se han dirigido hacia Xóchitl Gálvez y a quienes han sobredimensionado cada error con el fin de descarrilar su precampaña. Esta manera de actuar no sirve más que para el fortalecimiento del populismo que nos está “gobernando” y que es el principal interesado en el debilitamiento de quien le puede ganar quien, sin duda, es Xóchitl Gálvez. Apenas hoy cumple una semana de haber iniciado la precampaña y es la única que ha recibido críticas por todos lados, aun cuando es quien más actividades ha desarrollado.
Desde luego que es importante para el equipo principal de la precampaña que se tome nota de los verdaderos errores, pero corresponde a los ciudadanos decidir qué actitud tomar y, en consecuencia, ser conscientes del daño que puede ocasionar esta dureza selectiva con la que se narran las supuestas reuniones y pláticas dentro del equipo de la oposición. Resalto además que es mucho más sencillo construir una candidatura que obedezca a una persona, ya sea el presidente de un solo partido o del país. ¿Es más complejo el Frente Amplio por México? Sí, lo es, pero eso prepara a Xóchitl para gobernar a un país complejo que vive momentos difíciles y en el que nada ayuda que decaiga la esperanza de los que luchamos por la libertad y el verdadero progreso de nuestro pueblo.
Bienvenidas las críticas, por supuesto, pero cuando vienen acompañadas de la razón fundada de su señalamiento; de la propuesta de quien la emite para generar una mejor plataforma política, ideológica y de acción de cambio. Sabemos cuál es el país que no queremos, lo vivimos todos los días. Imaginemos ahora el que sí queremos y encaminemos nuestras críticas hacia la construcción de éste y a los elementos que la oposición debe implementar para lograr el cambio. ¿Cuál de las candidatas será la que pueda llevarlo a cabo? Cuando el lector responda a esa pregunta, hará críticas que conlleven propuestas específicas para hacerlo realidad.
Aquí recuerdo un tuit (X) que hace varios meses escribió Max Kaiser: “Todos los que ya renunciaron a luchar por México y a recuperar NUESTRO país, esos que creen que pueden predecir derrotas y triunfos futuros, y no ven ninguna esperanza, háganse a un lado y déjennos trabajar”. No se trata de ignorar las críticas o de perder un sentido elemental que nos permita dar nuevas proyecciones, se trata de hacer lo que tenemos que hacer, recomponer lo que se debe y, sobre todo, de no rendirnos porque eso sólo le sirve a quien hoy detenta el poder sin una verdadera autoridad. México vale nuestra esperanza y nuestra acción firme y convencida.
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