En un arrebato típico del gobierno federal, el Ejecutivo presentó una iniciativa de reformas a la Ley Minera llena de inconstitucionalidades que inhibe la inversión en el litio.
Fue una sesión emocionante, no hay duda. Lo que pudimos constatar es que en México sí puede haber Congreso, sí hay oposición y, sobre todo, hay ciudadanía.
Por primera vez, en estos cuatro años, miles de mexicanos estuvieron pendientes de lo que se decidía y discutía en el Congreso. No fue un hecho menor que se lograra frenar una reforma constitucional impuesta por el presidente de México, una reforma que era totalmente nociva para la economía de las familias, para el cuidado del medio ambiente y el combate al cambio climático, así como para el futuro de México.
Hay una especie de orgullo de Estado cuando un Congreso actúa con dignidad. La División de Poderes es condición de posibilidad de un estado constitucional y democrático de Derecho y qué mejor expresión de dicha División cuando el Congreso de la Unión logra ser contrapeso de otro poder, particularmente, del poder ejecutivo. No fue fácil.
No fue fácil porque el partido oficialista Morena hizo todo para que esa votación no se diera de la manera en que se dio. Pospuso la sesión, amenazó con impedir la entrada de los diputados de la oposición, incrementó el odio al bloque opositor. Todavía al final, daban patadas pidiendo que dos diputadas no ejerciéramos el derecho a votar en el Congreso. Perdieron porque la reforma está concebida para favorecer una narrativa electoral y, peor aún, representa el pasado. Perdieron porque la reforma constitucional fue rechazada por la oposición fuerte y valiente. Y aquí sí hago un reconocimiento a todo aquel que fue procurado para cambiar su voto, para “rebelarse” como se los pidió el propio presidente López Obrador. Perdieron también el debate.
No fue fácil. La enorme cantidad de obstáculos, las presiones, los rumores, los amagos, las descalificaciones, las expresiones de odio por parte del partido oficialista Morena lograron atraer la atención de los mexicanos de manera histórica. En más de una ocasión se hicieron spaces, zooms, webinars, no sólo para comentar la reforma energética sino para pedir a los diputados y diputadas que hablaran y razonaran sobre cómo votarían. Los ciudadanos nos escribían una y otra vez para asegurarse de nuestro voto.
Fue la propia ciudadanía la que, al participar abiertamente, cerró la brecha entre legisladores y ciudadanos. En pocas ocasiones nos hemos sentido tan apoyados en un voto. Ir a dormir a la Cámara de Diputados para evitar tentaciones de cierres de calles y de violencia hacia la oposición fue una decisión que estuvo acompañada del apoyo de una ciudadanía que obligaba a cualquier legislador a estar dispuesto a pasar el tiempo necesario en la Cámara para votar en contra de la reforma en cuestión. Fue conmovedor la solidaridad de ciudadanos hacia sus diputados. Muchas gracias por lo que me tocó recibir.
Claro que llegará la venganza: subirán las tarifas que ya no aguantan más, habrá apagones e intentarán culparnos a la oposición. De hecho, en un arrebato típico del gobierno federal, el Ejecutivo presentó una iniciativa de reformas a la Ley Minera llena de inconstitucionalidades que inhibe la inversión en el litio que, por cierto, ya pertenecía a la Nación por lo que no necesitaba ser “nacionalizada”. Además, la iniciativa fue presentada a la Cámara el lunes y ese mismo día se aprobó. Ni siquiera la habían leído.
Nada contrarrestará la fortaleza que le dio a México la resistencia democrática del bloque opositor. De ninguna manera podemos confiarnos, lo que pasó fue una prueba de que libramos muy bien las embestidas y las presiones de un régimen que cada día más vira hacia la dictadura. La oposición, de la mano de la ciudadanía, le devolvimos la dignidad al Congreso. Nada más, pero nada menos. No será ésta la última prueba que se nos presente. Sin embargo, hoy sabemos que se puede.
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