Grupo de Amistad México-EU

El objetivo integrador debe continuar guiando las políticas energéticas, económicas y sociales, así como las de un Estado Constitucional.



Uno no puede cruzar el río sin mojarse los pies. Las relaciones internacionales se construyen con paciencia, entendimiento mutuo y cooperación, pero, sobre todo, con valentía y con inteligencia. No podemos ni debemos ser tan ingenuos como para pretender que el establecer lazos de amistad con Rusia no generará consecuencias en la relación bilateral que más beneficios nos ha reportado históricamente. Y si no se trata de ingenuidad, la alternativa es peor: los niveles de perversión de este gobierno se han elevado.

Me explico: los Grupos de Amistad en la Cámara de Diputados tuvieron mayor relevancia por el conflicto que ha ocasionado la invasión de Rusia a Ucrania. En esta nueva dimensión, se instalaron algunos grupos de amistad. Hubo quienes estuvieron a la altura, pero también se exhibió la inmadurez política y la falta de visión de Estado y de perspectiva Internacional de otros. El 24 de marzo -a un mes del inicio de la invasión de Rusia a Ucrania- se instaló el grupo de amistad México-Estados Unidos (EUA). Sin embargo, en un albazo legislativo lleno de inmadurez parlamentaria, el canal del Congreso (¡faltaba más!) anunció la instalación del grupo de amistad con Rusia para el 23 de marzo.

Desde luego que, en su intervención en el congreso, el embajador de EUA en México, Ken Salazar, reclamó lo que significa haber aceptado la reunión del 23 de marzo con Rusia.

Soy parte del grupo de amistad México-Estados Unidos y hablé en nombre del grupo parlamentario del PAN. Por supuesto que aclaramos que no participamos en la reunión con el embajador de Rusia y reiteramos la denuncia de la invasión de este país a Ucrania por injustificada, abusiva y antidemocrática.

Nuestra generación tiene mucho que decir respecto de nuestra relación con Estados Unidos. Entre muchas otras cosas, somos la generación que, de uno y otro lado del Río Bravo, pudimos sacar provecho del privilegio de estar juntos. Desde los años noventa, la región de América del Norte ha podido ser también un espacio de oportunidades compartidas y no de resentimientos estériles.

Sí, hemos tenido un espacio común de oportunidades comerciales que han hecho crecer a nuestros pueblos y al canadiense, y que van mucho más allá de lo mercantil: dicho espacio ha resultado el entorno propicio para relaciones de amistad, comprensión, intercambio cultural y académico, así como la posibilidad de asumir posiciones comunes frente a los graves retos de seguridad, del cambio climático, del desarrollo económico y, por supuesto, ante los retos del entorno internacional como el de la invasión a Ucrania.

Para nosotros fue importante señalar que el respeto mutuo no debe traducirse en indiferencia frente a la suerte del otro. Cuando se comparten retos y oportunidades, lo lógico y fructífero reside en encontrar espacios de empatía y comprensión. Insistimos que nuestras generaciones pueden estar orgullosas en haber sido las primeras en tener una especial compresión transfronteriza y de la generación de políticas públicas en perspectiva compartida.

Hoy los retos son muy distintos a aquellos que enfrentábamos al final del siglo pasado. Subsiste la cuestión migratoria, pero México es cada vez menos un país de origen y cada vez más uno de tránsito, e incluso de destino y de retorno. Tenemos mucha tarea comercial y productiva por afrontar. Además, no se trata de diluir nuestros lazos ni de crear una fortaleza norteamericana sin abrir los oídos y los ojos a otras regiones. El objetivo integrador debe continuar guiando las políticas energéticas, económicas y sociales, así como las de un Estado Constitucional y democrático de Derecho.

Estamos en el punto de inflexión de la amistad con Estados Unidos y debemos
evitar que la inmadurez y la falta de visión terminen por convertirse en incomprensión y desarticulación. La instalación innecesaria del grupo de amistad México-Rusia fue un acto de inmadurez parlamentaria y hasta de hostilidad al pueblo ucraniano y a los demócratas del mundo. Cuando el entendible reclamo del embajador Salazar se dio, me supongo que le avisaron al coordinador de Morena, Ignacio Mier, que llegó tan tarde, que interrumpió el evento porque le tuvieron que improvisar un lugar a lado del Embajador Salazar y le dieron la palabra para tratar de arreglar el desastre diplomático. Obviamente, Mier señaló que la postura del gobierno no ha cambiado y que condenan la invasión de Rusia a Ucrania y que son amigos de los norteamericanos. Una vergüenza total, sin omitir que hizo su mejor esfuerzo por componer el error, lo cual, es algo muy difícil cuando los radicales de Morena gozan de la liberada ambigüedad del presidente de México.

 

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