Hoy la generación de la transición democrática está viendo a sus hijos e hijas graduarse en un México problemático.
Finales de junio y principios de julio son días de graduaciones. Se calcula que del total de los jóvenes que inician una carrera únicamente 25% termina sus estudios universitarios. En México estamos hablando de alrededor de 500 mil estudiantes que terminan sus estudios cada vez con menos apoyo público y advierto, además, que las universidades públicas y muchas privadas están entrando en un serio problema de financiamiento a punto de colapsar.
En efecto, los jóvenes estudiantes encuentran cada vez menos apoyo por parte del gobierno. Y, como se dice popularmente, “para muestra, basta un botón”: de acuerdo con los datos del Conacyt, las becas en 2021 fueron apenas la mitad de las que se otorgaron en 2020. En el 2019 esa institución entregó 24,069 becas, pero para el 2021 únicamente registró 11,948.
En medio de esos números estamos asistiendo al fin de cursos de cientos de miles de estudiantes mexicanos que han terminado su carrera y que, desde luego, merecen una felicitación.
Me gustaría decirles a los jóvenes egresados que el México que los vio esforzarse a ellos y a sus papás en estos años “va bien”, que hay seguridad, progreso sustentable, combate al cambio climático, honestidad pública, democracia, justicia y libertad. Pero no es así y lo sabemos muy bien.
Hubiera querido que los recibiera un México más unido en términos sociológicos, pero la polarización y el discurso de odio se ha instalado desde el poder público y, en consecuencia, nos ha dividido más. Sólo les pido que no caigan en estas inercias y que siempre privilegien el diálogo.
Me hubiera gustado que estrenaran sus vidas profesionales en un México decidido a combatir el cambio climático y a desarrollar toda su capacidad para generar la energía renovable que se necesita y que podemos producir. Pero, por el contrario, una y otra vez nos dicen que dependeremos más del combustóleo.
Hubiera querido ofrecerles un país que buscara vencer la pobreza y no administrarla para obtener más votos —y más pobres— a través del asistencialismo sin desarrollo. Un México donde el sistema de salud se mejorara todos los años y no, como ahora, que cada año resulta peor. O un México que le apostara a la educación de sus jóvenes. Un México donde las mujeres y la niñez del país no fueran tan despreciados.
México no está bien. Sin embargo, recuerdo que los papás de esta generación de graduados tuvimos un México también muy difícil cuando terminamos nuestros estudios universitarios; nuestro país no vivía buenos momentos entonces. Yo formo parte de la generación de la transición democrática que inició en México cuando estábamos en la universidad. Es decir, hoy la generación de la transición democrática está viendo a sus hijos e hijas graduarse en un México problemático. Igual que lo hicimos nosotros años atrás.
La buena noticia es que México llegó a ser un país bien colocado en el mundo, con números esperanzadores en todos los términos, con renombre internacional por su liderazgo en medio ambiente, en cierre de brechas de género y también en combate al crimen organizado. Es decir, se puede tener un México distinto al que estamos viviendo.
Recuerdo la época en que me gradué y redoblo mi esperanza porque hoy los jóvenes son mucho más y están mejor preparados. Tienen nuevas carreras, vivieron una pandemia y supieron adaptarse a la adversidad, han podido salir adelante en medio del desaliento y bajo un gobierno que todo lo destruye; sé que hay talante para hacer un México mejor que nunca. “Tiempos Recios”, pero llenos de esperanza.
Felicidades a cada uno de los estudiantes que terminan su carrera o su preparatoria; felicidades a esta generación 2022. Los que puedan seguir adelante en su preparación académica, háganlo; quienes puedan viajar a conocer y aprender de otros países al menos inténtenlo. Eso sí, nos vemos en 2024 porque, para ese año, tenemos que estar presentes y unidos para ir por el México que ustedes quieren y el que realmente merecemos como pueblo.
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