Ya sabemos que no le importamos, nada más no nos lo recuerde cada mañana. La soberbia es la que ha inspirado a este gobierno, una soberbia criminal. Señor presidente, ¡póngase el tapabocas!
El 24 de julio, un periodista le preguntó al presidente: “El mensaje de usted usando cubrebocas puede ser muy poderoso, puede ser muy fuerte. ¿Usted sí ha decidido, de plano, públicamente no usar el cubrebocas y (no) dar ese ejemplo para mucha gente que podría ser un ejemplo a seguir?” La respuesta fue desastrosa: “No es un asunto que esté, ahora sí que, científicamente demostrado”, dijo. Esto es falso. Si algo ha crecido es la evidencia científica cada vez más sólida de que el uso del cubrebocas no sólo es eficaz, sino que se considera ya por muchos la mejor herramienta para el control de la pandemia. El director del Centro de Control de Enfermedades de Estados Unidos (CDC, por sus siglas en inglés), organismo mundialmente reconocido que se conduce bajo estrictos parámetros científicos, armó que “si todo el mundo se pusiera cubrebocas, la pandemia podría estar bajo control entre cuatro y ocho semanas”.
¿Cuánta gente en México sigue a ciegas lo que dice y hace López Obrador? ¿Cuántos de ellos no usan tapabocas porque él no lo hace? ¿Cuántos han sido contagiados e incluso han fallecido? La actitud del presidente es un mal ejemplo. Entre la soberbia y la necedad, el presidente declaró que sus científicos le dijeron que no era necesario usar el tapabocas, que bastaba la sana distancia y que sólo si había una norma jurídica que lo obligara debería usarlo. Por eso cuando fue a Estados Unidos acudió a la cita con un tapabocas.
Sobran los estudios que comprueban científicamente la eficacia del uso de cubrebocas. Ricardo Becerra, en Twitter, cita la liga https://t.co/Hhnd55Rnwf?amp=1 donde aparecen 70 estudios de todo el mundo en las principales revistas médicas que fortalecen la evidencia del necesario uso del cubrebocas. En muchos se corrobora una hipótesis científicamente confirmada en medio de la tragedia: prevenir la transmisión por aire es tan importante como evitar el contagio por superficie. En efecto, el COVID-19 se contagia especialmente a través del efecto aerosol cuando hablamos, tosemos, estornudamos… y las gotas se esparcen, viajan a distancia y el tapabocas reduce sustancialmente la posibilidad de contagiar a los otros. Esto es especialmente grave porque la mayoría de portadores son asintomáticos.
En todo el mundo se ha intensificado la obligación del uso del cubrebocas. En México, en cambio, se nos miente desde el gobierno y eso está generando no sólo el retraso en la solución de la crisis epidemiológica, sino causa, en el extremo, pérdida de vidas humanas. Los doctores Mario Molina, José Ángel Córdova, Julio Frenk y Alejandro Macías son algunos de los muchos dentro de la comunidad científica que, con experiencia en pandemias, han señalado que la falta de pruebas y el desprecio a la medida del uso del cubrebocas resultan ser los dos factores más importantes que mantienen la pandemia de coronavirus en una tendencia aún creciente.
El uso del tapabocas es, entonces, indispensable. El uso del cubrebocas es un reflejo de tu personalidad. Es una medida de precaución, sí, pero, sobre todo, es una expresión de solidaridad, de respeto al otro y de la cultura del cuidado. Que en México sea tan visible que el presidente no quiera ser solidario, muestre la falta de respeto al otro y no tenga un sentido de la cultura del cuidado, no es cosa menor. Sólo la soberbia presidencial (carencia de humildad para reconocer una equivocación) explica que un jefe de Estado, cuyo gobierno ha informado que lleva más de 43 mil muertos, decida no usar tapabocas y todavía se atreva a declarar contra su uso del mismo. Ya sabemos que no le importamos, nada más no nos lo recuerde cada mañana. La soberbia es la que ha inspirado a este gobierno, una soberbia criminal. Señor presidente, ¡póngase el tapabocas!
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