En el día del maestro

Nuestra vida siempre estará marcada por la maestra que nos sonrió a tiempo, por quien nos supo explicar matemáticas, por quien nos mostró la historia y la realidad de nuestro país, por el maestro que nos enseñó a ver la naturaleza de manera distinta, por quien nos habló de la bondad humana y por quien nos enseñó a amar a México.

Eufrosina Cruz narra en su obra Los sueños de la niña de la montaña lo importante que fue para ella su maestro Joaquín. Ahora mismo puedes pensar en dos o tres personas a quienes consideras tus mejores maestros y volverás a sonreír con gratitud.

Hoy escucharemos algunos lugares comunes para hablar de los maestros. Y no está mal, pero no lo es todo: nuestro país todavía no comprende la importancia de la preparación de un maestro; no acaba de darse cuenta de lo que significa para los niños y niñas de México una primaria bien impartida con maestros cultos a cargo de la educación. Además, deberíamos acompañar una verdadera revisión de la manera en que nuestro país trata a sus maestras y maestros.

Hace más de cuatro años que las mañaneras nos entretienen en otras cosas y que nos impiden detenernos en el tema del magisterio y la educación. Si, durante la pandemia, no hubo reconocimiento ni ayuda al personal de salud ¿qué podíamos esperar en el caso de los maestros y maestras de todos los niveles? ¿Alguien supo de algún programa público de ayuda en computadoras y tecnologías para los docentes en la educación básica o en la media superior y superior? ¿Cuántas veces se ocupó la Secretaria de Educación Pública de informar y preparar sobre el tema del Covid? ¿Por qué tuvimos que aguantar la vanidad y la ineptitud de Hugo López Gatell sin que se tocara el tema educativo?

La gran escritora Irene Vallejo escribió el año pasado en un hermoso artículo titulado Maestros y ministros lo siguiente: “…lo fundamental, lo más -en latín ´magis´- es la tarea del ´magister´, del maestro. Para los clásicos, era más grande enseñar que gobernar. Sabían que la educación es, más que ningún otro oficio, el territorio donde soñamos y creamos el futuro. Una profesión que merece el más alto prestigio y la mayor gratitud.”

Sin embargo, esta gran profesión vocación ha sido muy manipulada en México y, al mismo tiempo, muy despreciada en la realidad. De acuerdo con estudios del Instituto Mexicano para la Competitividad los sueldos de los docentes son muy bajos:

Un maestro de educación preescolar gana un sueldo de 9,802 pesos por 25 horas de trabajo a la semana. Ese es el tiempo completo y el sueldo sin retenciones. Estamos hablando, según tabuladores de la Secretaría de Educación, de un sueldo promedio de 6,000 pesos al mes.

El maestro de educación primaria gana, en promedio, 10,400 pesos, pero el 25% de los maestros gana 8,000 pesos. Es más, de acuerdo con el tabulador de la SEP, el sueldo es de 9,802.05 por tiempo completo. Cabe aclarar que se conserva el estímulo a quienes lograron las certificaciones dentro de la Carrera Magisterial (hoy desaparecida gracias a las reformas de este gobierno).

En relación con la educación secundaria, el sueldo promedio mensual es de 7,982 pesos sin especificar el número de horas, pero si son de tiempo completo (no toma en cuenta las horas en calificar exámenes y trabajos), que en este caso asciende a 35 horas a la semana, el salario llega a los 11,000 pesos. En el mismo tenor están los maestros de preparatoria y bachilleres.

El mismo estudio señala que las universidades privadas pagan a sus maestros hasta 300 pesos la hora mientras que en la UNAM reciben hasta 111 pesos la hora.

Un dato más: la mayor parte del magisterio somos mujeres (cerca del 62%), pero en promedio ganan más los hombres que las mujeres, como siempre. Debemos terminar con ese “uso y costumbre” que tanto daño nos hace.

Como ven, estos datos están muy lejos del aprecio que decimos tener por esta gran vocación que ve en los estudiantes, y no en el sueldo, el mayor incentivo. Agradezco a la vida ser hija de dos extraordinarios maestros: mi mamá que dio clases durante cuarenta años en secundaria y preparatoria; mi papá quien fue maestro universitario por más de 20 años. A ello dos les agradezco haberme transmitido el gusto por esa tarea tan humana que es la de enseñar.

A las maestras y maestros de México les doy las gracias que a pesar de todo continúan con esta noble vocación y les animo a seguir abriendo la puerta de nuestro salón de clases con la alegría de que siempre descubriremos el bien y que todos los días podemos esperar algo mejor.

Felicidades maestras y maestros de México.

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