De Cerocahui a México

Es importante hacer caer en la cuenta de que las escuelas para la niñez y la adolescencia rarámuri son normalmente gestionadas por congregaciones misioneras.



El lugar de los asesinatos fue en Cerocahui, municipio de Urique en el estado de Chihuahua. Los jesuitas Javier Campos Morales (El Gallo) y Joaquín Mora Salazar eran conocidos no sólo en la Sierra Tarahumara sino en todo el país por su testimonio de vida, por “amar y servir” y llevar su vocación hasta el extremo. Pedro Palma también falleció, era el guía de turistas conocido por su defensa del medioambiente.

No voy a abundar en lo que señalé en el artículo anterior respecto a la tragedia que estamos viviendo en materia de seguridad debido a la claudicación del Estado mexicano frente al crimen organizado. Esta vez prefiero mirar a los pueblos originarios de la conocida Sierra Tarahumara. Se trata de mirar al pueblo rarámuri.

He tenido la oportunidad, en varias ocasiones, de conocer el trabajo de los jesuitas, de los maristas y de los diocesanos en distintos municipios de la Sierra. De hecho, los días 8,9 y 10 de junio estuve en Chihuahua para acudir a un panel convocado por Coparmex y la diputada federal Patricia Terrazas en el que platicamos sobre los pueblos originarios y visitamos Sisoguichi.

A propósito de la supuesta estrategia de seguridad tenemos mucho que denunciar, proponer y trabajar, pero no olvidemos que frente a la realidad que están viviendo los pueblos rarámuris tenemos la posibilidad de participar en acciones que vayan encaminadas a construir y reconstruir el tejido social como lo señalaba en una entrevista el vicario de la diócesis Héctor Martínez Espinoza. Seamos consecuentes con la idea que nos “convoca la vida” como inició su homilía el padre Javier “Pato” Ávila en la misa del funeral. Dejó tres propuestas sencillas:

1.- Un encuentro con las autoridades, tal y como lo han propuesto, desde hace meses, quienes trabajan en esas misiones y la propia diócesis. Se trata de un diálogo intercultural pero también de políticas públicas benéficas para la región. Lo anterior incluye acciones en materia de educación, salud, economía, juventud, cultura y deporte. La experiencia de “Todos Somos Juárez” puede ser de utilidad. Lo mejor sería que participara la sociedad civil y los tres niveles de gobierno. A falta de ello, al menos que participe el gobierno local.

2. En cuanto a los albergues y los institutos de educación hay mucho en lo que podemos ayudar. Es importante hacer caer en la cuenta de que las escuelas para la niñez y la adolescencia rarámuri son normalmente gestionadas por congregaciones misioneras. Como no son totalmente del estado, el trato que se da a dichas escuelas es prácticamente equiparable al de escuelas privadas, lo cual es un despropósito que de algún modo se compensaba con apoyo presupuestal. Sin embargo, este apoyo fue disminuyéndose hasta que este año (2022) se redujo a cero pesos.

3. ¿Qué hacemos los demás además de enojarnos e indignaros? Cooperemos ahora con asociaciones y fundaciones como la Fundación Tarahumara José A. Llaguno o la fundación Educativa Marista Tarahumara, por dar dos ejemplos claros. En la visita que hicimos a Sisoguichi nos dimos cuenta de la carencia de recursos económicos para albergues, hospitales y, particularmente, del Instituto de Secundaria y de la necesaria construcción y atención de una preparatoria. Más adelante, les informaré las cuentas bancarias a las que todos podemos donar.

Mi solidaridad con los jesuitas y las diferentes congregaciones; con los misioneros y misioneras que trabajan congruentemente con su compromiso. Reconozco también la labor de una diócesis comprometida. Hoy nos llaman los acontecimientos ocurridos en Cerocahui. Lo mejor que podemos hacer por ellos y para honrar la memoria de los sacerdotes que perdieron la vida es poner un granito de arena ahí donde otros ponen su vida.

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* Las opiniones expresadas en esta columna son de exclusiva responsabilidad del autor y no constituyen de manera alguna la posición oficial de yoinfluyo.com

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