Ya nada nos sorprende en las mañaneras. Éstas son una plataforma en la que al presidente le ha dado por confesarse. Fortalecido por un sentimiento de omnipotencia, suma convenciones, acuerdos, pactos y complicidades.
Viniendo del presidente ya nada nos sorprende, pero no podemos dejar de denunciar los atentados y ataques al derecho, a la libertada y a la democracia. Veamos dos casos:
1. Martes 21 de febrero, el presidente confiesa que acordaba con el entonces presidente de la Suprema Corte de Justicia (Arturo Zaldívar) para intervenir en resoluciones que debían dictar jueces o magistrados de circuito, miembros del poder judicial. Describió acciones que implicaban una total subordinación y sumisión por parte del ministro Zaldívar al Poder Ejecutivo, por las que se violó claramente el principio de División de Poderes, así como los de independencia y autonomía del Poder Judicial, amén de que se debió incurrir en la comisión de más de un delito.
El comportamiento de lacayo de parte del exministro ya lo habíamos constatado pero que lo confiese el presidente es ya otra cosa.
El exministro Zaldívar se defendió al día siguiente de la peor manera posible: dijo que aquéllos tratados o confabulaciones de trataban de un “diálogo entre poderes”. Sólo que el presidente no habló de “diálogo” sino de influencia en decisiones judiciales, además de reiterar que, para tal efecto, el propio Zaldívar hablaba con los jueces. Es decir, les instruía cómo habrían de resolver determinados casos para que se respetara la voluntad del titular del ejecutivo.
Ahora todo se vuelve claro, se pueden entender tantas resoluciones acomodadas a favor del Presidente, tantos temas que se escondieron porque afectaban al ejecutivo; tantos regaños públicos y privados a magistrados y jueces por no obedecer a López Obrador.
¿Se acuerdan de la renuncia de Janine Otalora a su cargo de presidenta del Tribunal Electoral? Recordamos también al mismo Zaldívar, en una inesperada rueda de prensa, regañando públicamente y anunciando la suspensión de un magistrado de distrito que casualmente, veía los amparos contra el aeropuerto Felipe Ángeles. No podemos olvidar que, todavía discutiéndose la construcción del aeropuerto, Zaldívar acompañó al Presidente a presentar la maqueta del AIFA, o cuando presentaron ¡juntos! la iniciativa de la ley del poder judicial.
2. Pero el viernes 23 de febrero fue un descaro: El discurso del presidente en el sentido de que “por ecia de esta ley está la autoridad moral, la autoridad política y yo represento a un país”. Se trata de una confesión cínica y profunda del ánimo dictatorial que vivimos.
La ola de violencia que nos aqueja es una expresión clara de la ingobernabilidad que sufre México. Y cómo no la vamos a sufrir si el presidente de la República confiesa todos los días que él está por arriba de la ley.
Las conferencias mañaneras deberían llamarse las confesiones de un personaje que cree que “confesarse” no implica penitencia alguna; de ahí su comportamiento mesiánico. ¡Y lo que falta!
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