México ha sido históricamente un actor diplomático clave en América Latina y el mundo, apostando por la cooperación y el diálogo en su política exterior. Sin embargo, las decisiones tomadas por AMLO y por su sucesora Claudia Sheinbaum han generado debate tanto a nivel nacional como internacional, provocando reacciones encontradas entre aliados y críticos. Desde el reconocimiento a Nicolás Maduro hasta la invitación a Vladimir Putin, la política exterior de México está en el centro de la conversación global.
México ha seguido una tradición diplomática basada en la doctrina Estrada, que privilegia la no intervención en asuntos internos de otros países. Bajo este principio, la nación ha mantenido una postura de neutralidad y ha impulsado el diálogo como herramienta de resolución de conflictos. Recientemente, México ha reafirmado su papel en organismos multilaterales, como la ONU y la OEA, promoviendo la cooperación y el respeto a la soberanía de las naciones.
En el pasado, hitos como la mediación en conflictos centroamericanos y el liderazgo en el T-MEC han marcado su política exterior. Sin embargo, decisiones como la que se tomó con Evo Morales, totalmente contradictorias de la doctrina Estrada que se defiende y se enarbola como argumento, han dado mucho qué pensar y han puesto a prueba el equilibrio diplomático del país.
Uno de los temas más controvertidos del gobierno de México con los dos últimos presidentes ha sido la relación poco transparente con la administración de Nicolás Maduro en Venezuela, reconociendo su legitimidad a pesar de la evidencia de fraude en las elecciones y con ello la presión de países como Estados Unidos y miembros de la Unión Europea para debilitar esta relación. Esta postura ha sido criticada por sectores que acusan a Maduro de violaciones a los derechos humanos y crisis humanitaria en Venezuela.
En palabras del senador estadounidense Marco Rubio: “México ha optado por respaldar un régimen que ha causado sufrimiento y represión a su pueblo, en vez de sumarse a la comunidad internacional en su condena”. Por otro lado, el canciller mexicano defendió la decisión afirmando que “México mantiene su compromiso con la diplomacia y la solución pacífica de conflictos”. La pregunta es, ¿y qué hay detrás de todo esto?
Otra relación controvertida es la que México ha mantenido a través de un vínculo cercanísimo con Cuba, siendo uno de los pocos países en la región que ha desafiado abiertamente el bloqueo económico impuesto por Estados Unidos a la isla. En diversas ocasiones, el gobierno mexicano ha expresado su apoyo a Cuba en foros internacionales, argumentando la importancia de la autodeterminación de los pueblos.
En palabras de Miguel Díaz-Canel, presidente de Cuba: “México ha demostrado ser un aliado confiable en momentos de adversidad”. Si bien este respaldo ha sido visto por algunos como una reafirmación de los lazos históricos entre ambas naciones, otros lo consideran una alineación con un régimen autoritario. Analistas de política exterior advierten que este posicionamiento puede afectar la relación de México con aliados clave, como Washington.
Pero la cereza del pastel la encontramos en la muy controvertida invitación de la Doctora Claudia Sheinbaum al presidente ruso, Vladimir Putin, a su toma de protesta. En un contexto de guerra en Ucrania y sanciones internacionales contra Rusia, esta invitación ha sido interpretada como un gesto de desafío hacia Occidente.
El embajador de Estados Unidos en México, Ken Salazar, expresó su preocupación al respecto: “Esperamos que México continúe siendo un socio que defienda la democracia y los valores que compartimos”. Desde la perspectiva del gobierno mexicano, se trata de un acto de diplomacia que busca mantener canales abiertos con todas las potencias globales. Sin embargo, la comunidad internacional ha mostrado escepticismo, y algunas voces dentro del país han cuestionado la conveniencia de este acercamiento en un momento de alta tensión geopolítica.
Ha resaltado aún más cuando la presidenta rompió una tradición de muchos sexenios en el que se invitaba al Rey de España a asistir a un acto político tan relevante para México. En este caso, la ideología privó y no se invitó al mandatario.
México se encuentra en una posición diplomática delicada. Por un lado, busca fortalecer su liderazgo en América Latina y su autonomía en la toma de decisiones internacionales. Por otro, enfrenta presiones de aliados estratégicos que podrían ver con recelo ciertos acercamientos y también ciertos alejamientos.
El analista político Jorge Castañeda comentó al respecto: “México debe equilibrar su tradición de neutralidad con la necesidad de mantener relaciones estratégicas con las principales potencias mundiales”.
A futuro, la política exterior mexicana tendrá que equilibrar sus principios tradicionales con la realidad de una geopolítica cambiante. Con un nuevo liderazgo en camino y desafíos globales en constante evolución, México deberá definir con claridad su papel en el escenario internacional y cómo desea proyectarse ante el mundo.
Las relaciones internacionales de México reflejan una estrategia diplomática que busca autonomía y equilibrio, pero que también genera controversia. Es fundamental encontrar un punto medio que permita mantener relaciones estratégicas sin comprometer los valores democráticos y los derechos humanos.
Más allá de las decisiones puntuales, lo que está en juego es la percepción de México en la comunidad global. ¿Debe México mantenerse en su línea de no intervención, o ajustar su enfoque para adaptarse a un entorno cada vez más polarizado? La respuesta a esta pregunta determinará su papel en el futuro de la diplomacia mundial.
Fuentes
- Informe de la ONU sobre derechos humanos en Venezuela.
- Declaraciones del canciller mexicano en conferencias de prensa.
- Análisis de expertos en relaciones internacionales publicados en medios como The Economist y Foreign Affairs.
- Datos de organismos como la OEA y la CELAC sobre relaciones diplomáticas en América Latina.
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