Decir que un gobierno es corrupto, apuntar sus crecientes errores que generan desempleo, decrecimiento, incertidumbre y más pobres no es insultar.
Un amigo priista me dijo: “Eres muy blando con López Obrador, nunca te escucho decir la clase de tipo que es, evades señalarlo”. No voy a insultar a López Obrador –le dije– como tampoco insulté a tu presidente Peña Nieto. En el libro que escribí sobre su gobierno, EPN: EL RETROCESO, no hay insultos a su persona, sí un análisis de sus políticas y resultados.
Uno de mis primeros libros, Devaluación en México, donde analizo las políticas del presidente Luis Echeverría, no contiene insultos a su persona, examino los hechos de su gobierno y sus frutos.
En una democracia se puede insultar a los políticos, hacer “memes” del presidente y de todos sus colaboradores. Me gustan los que generan risa no odio. No me asusta que le digan “rata” a un gobernante, yo uso la palabra corrupto y me baso en hechos para probarla. Respeto a quienes desahogan su frustración y enojo, al calificar como “pendejo” a quien culpan de un mal.
Pero existe el peligro de creer que con los insultos vamos a lograr que rectifique López Obrador o pierda votos Morena. Hay quienes piensan erróneamente que insultando a los gobernantes lograremos un México mejor. Hay que analizar los hechos, divulgar datos de como destruyen al país y plantear soluciones.
Decir que un gobierno es corrupto, apuntar sus crecientes errores que generan desempleo, decrecimiento, incertidumbre y más pobres no es insultar.
En las discusiones surge el llamado en la lógica argumentum ad hominem, falacia de “dar por sentada la falsedad de una afirmación, desacreditando a quien la emite”, que utiliza con frecuencia López Obrador. Es como –dice un dicho– “matar al mensajero porque trae malas noticias”.
Si en realidad queremos demostrar a muchos mexicanos que vamos de mal en peor, analicemos los hechos, denunciemos con base en datos o presunciones lógicas, sus consecuencias negativas y no nos engañemos pensando que con insultos mejorará la economía de México; aunque los usen con sus críticos los dirigentes del gobierno y el mismo presidente López Obrador. Recordemos que cuando no hay argumentos surgen los insultos.
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