El poder destructivo de la 4T

El gobierno de AMLO destruyó el sistema de compra y comercialización de medicinas porque había corrupción y en el nuevo continúa la corrupción, surge la escasez de medicinas y aumenta la opacidad.



Los primeros tres años de gobierno del presidente López Obrador se caracterizaron por destruir más que por construir: destruyó el aeropuerto de Texcoco, destruyó las Zonas Económicas Especiales en Chiapas y Oaxaca, destruyó el sistema de compra y distribución de medicinas, destruyó una cervecería en Mexicali, destruyó la inversión privada en el sector energético, destruyó el Seguro Popular y las estancias infantiles, entre otros proyectos e instituciones que existían cuando llegó al poder. La principal excusa para destruir esas instituciones fue que había corrupción en ellas.

Esa destrucción implicó miles de millones tirados a la basura, y la ausencia de instituciones que realicen sus funciones mejor que las desbastadas. Destruyeron el sistema de compra y comercialización de medicinas porque había corrupción y en el nuevo continúa la corrupción, surge la escasez de medicinas y aumenta la opacidad. El 80.3 por ciento de los contratos de compras en 2021 del gobierno federal fueron por adjudicación directa (Fuente: CompraNet y Mexicanos Contra la Corrupción y la Impunidad).

Además de permitirle a los funcionarios manejar más recursos y concentrar el poder, la ideología marxista es fundamentalmente destructiva, propone el exterminio de lo que denomina instituciones capitalistas. En ningún país gobernado por marxistas construyeron algo mejor a lo que recibieron. Hace años leí un libro titulado El poder destructivo de la dialéctica comunista, que muestra cómo las tesis marxistas llevan a la destrucción y al enfrentamiento social. La lucha de clases, una de las principales tesis de Marx, fomenta el odio y la polarización social: pobres contra ricos, trabajadores contra patrones y derecha contra izquierda. Aunque los cambios empobrezcan al pueblo, bienvenidos si ayudan a concentrar el poder y al manejo de más recursos por los funcionarios. Pasó en la URSS, Europa Oriental y China el siglo XX, y sucede en el siglo XXI en Venezuela.

El papa Juan Pablo II, quien vivió en la Polonia socialista, señaló lo destructivo de un gobierno basado en el marxismo: “El comunismo no debería existir, es una ideología intrínsecamente perversa, todo lo destruye y corrompe”.

Ojalá el presidente López Obrador, a quien le tengo personal estimación, deseche el “marxismovirus”, que solo genera destrucción, enfrentamiento social, odio y envidias, y gire hacia una economía de libre mercado, con respeto a la división de poderes y a los derechos humanos fundamentales: vida, propiedad y libertad, en sus próximos tres años de gobierno.

 

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