La mentira del salario mínimo

Quienes quieren imponer un aumento al salario mínimo, deben entender que éste sólo puede provenir de más inversión, productividad y oferta de empleos; no es una cuestión de decretos.



Considerar los bajos salarios mínimos como una causa de la pérdida de poder adquisitivo y a su aumento como el camino de elevar los ingresos de los trabajadores, implica ignorancia de los mecanismos económicos básicos o querer engañar a quienes ven que cada día sus salarios les rinden menos. Portavoces de organismos públicos y privados, políticos y legisladores, pujan por presentar las mejores propuestas para elevar los salarios mínimos, por lo menos –dicen algunos– “arriba de la línea de la pobreza”. Dan la impresión que quien ofrezca aumentar más los salarios mínimos es quien tiene más conciencia social y el que más ayudará a los trabajadores: ¡falso!, demagogia, ignorancia, populismo o un afán de desviar a la opinión pública de la verdadera causa de la pérdida de poder adquisitivo de quienes viven de un salario.

Los salarios reales se miden por lo que compran, y no se pueden aumentar por decreto, ni se incrementarán estructuralmente mediante una ley que aumente salarios mínimos. Si legisladores o presidentes pudieran elevar de un plumazo el nivel real de vida de los trabajadores, ya no habría pobres en el mundo. Paradójicamente, el gobierno que más ha aumentado los salarios mínimos en América es el venezolano, y es donde más se han empobrecido los trabajadores. Cuando más perdieron poder de compra los salarios en México fue cuando más se incrementaron los salarios mínimos, con López Portillo y De la Madrid. Y cuando más subieron los salarios reales, en la década de los 60, los mínimos se incrementaban poco cada dos años.

El mito de los salarios mínimos esconde mañosamente la verdadera causa de la pérdida del poder adquisitivo de los salarios: la inflación, creada por los gobiernos, al financiar sus gastos excesivos con impresión de billetes, deuda, más impuestos o aumentos de precios de los servicios y bienes que venden, como la gasolina y la luz, para financiar sus desvíos y gastos inútiles. Si realmente un gobierno quiere que se eleven los salarios reales, debe partir de que su incremento real solo puede provenir de más inversión, productividad y oferta de empleos, por lo que debe reducir sus gastos, equilibrar sus finanzas para bajar la inflación, y crear las condiciones fiscales, de paz y de seguridad para que se creen más empleos. Elevar salarios mínimos es una mentira para esconder la verdadera causa del empobrecimiento de millones de asalariados.

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