Una gran verdad es que somos más impacientes, enojones y poco compasivos con aquellos que debíamos ser lo contrario: pacientes, amables y compasivos: nuestros seres queridos y más cercanos. Aplica perfectamente el dicho: “farol de la calle, oscuridad de la casa”.
Es por esto, que cuando leí el artículo titulado: trata a tu familia como si fueran extraños, me di cuenta lo cierto de esta realidad.
No es solo un dicho o la imaginación. Una investigación publicada en el 2014 encontró que aquellas personas que están más cerca de nosotros, son el blanco más común para las agresiones diarias: gritos, discusiones y chismes. Esto se debe a que la interacción es mucho más constante; nos conocen a fondo: lo bueno y lo malo que tenemos; nos sentimos más vulnerables porque saben perfectamente como somos y porque actuamos de una u otra forma, y eso puede darnos miedo.
Otro estudio interesante, comparó el comportamiento de un grupo de personas primero en su familia, y después con desconocidos. Encontró que eran significativamente más positivos y alegres con aquellos que no conocían. Esto se debe a que ponemos nuestra mejor cara con los ajenos, y no queremos gastar nuestra energía en agradar a los cercanos.
Vamos a poner algunos ejemplos de la vida diaria:
- Tu esposa olvida recoger un saco que te van a prestar para un evento. ¡Como! Si es lo único que le encargue para hoy, no puede ser. Si a una persona ajena a ti de la oficina se le olvida recoger unos papeles para ti, le dirías: no hay problema, mañana está bien.
- Si tu papá te da un consejo que no le pediste. ¡cree que todavía soy un niño!. Si te lo da un maestro lejano a ti, se lo vas a agradecer.
- Tu hijo adolescente se puso un arete. ¡Solo lo hace para hacerme enojar!. Cuando ves a otro joven adolescente hacer lo mismo, te parece algo simpático.
- Tu hermana tarda en responder los mensaje de texto: ¡No le importa nada de lo que me pasa!. Si una persona lejana tarda en responderte piensas que está muy ocupada.
Y así podríamos seguir con muchos ejemplos. La realidad es que esto no debería de suceder. Efectivamente somos familia, nos conocemos, convivimos todos los días, discutimos y tenemos diferencias. Pero también nos amamos, respetamos y somos lo más importante que tenemos en nuestra vida.
Te invito a tratar a tu familia como si fueran extraños, con la misma amabilidad, alegría y respeto. Ser la misma persona tanto dentro como fuera de tu casa, y poder cambiar el dicho para decir: “farol de la calle, y también de mi casa”.
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