Las personas más felices sienten gratitud por todo y por nada en especial. No necesitan razones concretas. Viven instaladas en reconocer lo bueno que tienen por el simple hecho de estar vivas, al margen de lo que les sucede.
Hay dos clases de gratitud: la condicional y la incondicional. La primera consiste en sentirse bien cuando las cosas salen como uno espera. Como no siempre es así, acaba siendo una emoción poco duradera.
La segunda consiste en una actitud y un hábito de vida, sentirse bien sin que haya ocurrido nada especial; es decir: estar agradecido por todo y por nada a la vez. Y al no estar condicionada por ningún otro acontecimiento, esta actitud es la precursora de la felicidad y el éxito personal en la vida.
¿Te has puesto a pensar cuántas personas han contribuido a que este día sea posible para ti? Desde que te levantas piensa en la cantidad de personas que han intervenido para que puedas desayunar, subirte a un camión rumbo a tu trabajo; aquellas que han cuidado el edificio durante la noche o limpiado la oficina antes de que tú llegues.
Es innegable que debemos ser agradecidos con los demás, pero para poder expresarlo es necesario que seamos conscientes de las cosas buenas y positivas que nos rodean.
Si además miramos hacia atrás en el tiempo y repasamos todos los descubrimientos y avances tecnológicos que hacen nuestra vida más cómoda y segura, seríamos más agradecidos con los hombres y mujeres que nos antecedieron.
Los psicólogos Emmons y McColllough estudiaron las consecuencias de la gratitud y acabaron concluyendo que tiene profundos efectos en el bienestar físico y emocional de las personas. En su estudio analizaron las muchas formas de expresarla. Algunos ejemplos:
– Con una nota personal.
– Comparándonos con gente que tiene problemas graves.
– Dando simplemente las gracias.
– Controlando mentalmente los pensamientos negativos.
Y descubrieron que las personas que hacían de esta actitud un hábito de vida se sentían más saludables, más optimistas y más felices con sus vidas.
Otros investigadores llegaron a la conclusión de que este hábito mejora las relaciones con las personas y propicia el altruismo. Además de ayudar a superar el estrés y las actitudes negativas.
Se ha concluido que las personas que se sienten más contentas consiguen una existencia más longeva, mejores ingresos, mejores relaciones y son más eficaces ante los problemas profesionales y personales.
Las personas más felices sienten gratitud por todo y por nada en especial. No necesitan razones concretas. Viven instaladas en reconocer lo bueno que tienen por el simple hecho de estar vivas, al margen de lo que les sucede.
Te invito a desarrollar este hábito en tu vida. A empezar el día dando gracias por pequeñas cosas para generar una actitud positiva para el resto de la jornada.
Celebra los pequeños detalles y por supuesto también los grandes acontecimientos. Incluso poder agradecer las dificultades extremas que te ha tocado vivir. Pensar que detrás de cada sufrimiento hay un aprendizaje que te hace ser mejor persona.
Y te dejo con algo sumamente importante, una pequeña palabra que dice mucho: gracias. Siempre es bien recibida, ojalá que nuestras comunicaciones con los demás terminaran con ella.
Y si tienes algo concreto que agradecerle a una persona, una nota, mail o WhatsApp, hará que la vida de ella y la tuya sean mejores. ¡Pruébalo! ¡No pierdes nada!
Te puede interesar: Los abuelos: una amistad especial
* Las opiniones expresadas en esta columna son de exclusiva responsabilidad del autor y no constituyen de manera alguna la posición oficial de yoinfluyo.com