Saber envejecer

Después de los 65 años comienza a vivirse una etapa de la vida que para muchos requiere de un aprendizaje para aceptar con alegría la edad dorada.



Para aprender a envejecer se requiere ante todo de una preparación interior ayudada por la sabiduría, prudencia y sentido de previsión que se ha adquirido en el paso por la vida.

Los cambios físicos y emocionales se hacen más evidentes y se contrasta más con las personas que viven a tu alrededor (hijos, nietos, empleados). Por eso, es importante ser consciente de muchas de las cosas que sucederán y prepararse para aceptar todos estos cambios como hechos naturales de la vida sin temor, sin rabia, y sin depresión.

¿Qué pasará?

Posiblemente llegará el momento en que me entenderán menos y entenderé menos a los demás. Se irán acentuando más las diferencias de edades, cambian las costumbres, las modas.

Mis juicios y opiniones perderán peso, la credibilidad disminuirá y contaré menos para muchas personas.

Con el paso de los meses sufriré limitaciones físicas y funcionales, disminuirá mi resistencia a las enfermedades. También llegará la disminución de mi capacidad mental e intelectual, seré más lento para leer y tendré mayor dificultad para entender, asimilar y aprender.

Todo esto es natural y nos sucederá a todos, tarde o temprano. Lo importante es conocerlas y aceptarlas con una actitud abierta y positiva. Comparto contigo estos diez mandamientos que te serán de gran ayuda:

Diez mandamientos para saber envejecer:

1. Cuidarás tu presencia personal día a día. Arréglate como si fueras a una fiesta. ¡Qué más fiesta que la vida! El baño diario, el peinado, la ropa, todo atractivo, oliendo a limpio, a buen gusto. El buen gusto es gratuito y no cuesta nada. Que al verte se alegren tu espejo y los ojos de los demás.

2. No te encerrarás en tu casa ni en tu habitación. Nada de jugar al enclaustrado-a, o al preso voluntario. Saldrás a la calle y al campo de paseo. “El agua estancada se pudre y la máquina inmovilizada se enmohece”.

3. Amarás el ejercicio físico como a ti mismo. Un rato de gimnasia o una caminata diaria; por lo menos abre la puerta, riega las plantas, contesta el teléfono; baila aunque estés solo-a. Haz cualquier movimiento que te despegue de la cama y del sillón.

4. Evitarás actitudes y gestos de viejo derrumbado, la cabeza gacha, la espalda encorvada y los pies arrastrándose. Que la gente diga un piropo cuando pasas. Recuerda que las arrugas se disimulan con una amplia sonrisa, pero el arrastrar de los pies… eso sí es signo de vejez.

5. No hablarás de tu edad ni te quejarás de tus achaques reales o imaginarios. Acabarás por creerte más viejo y enfermo de lo que en realidad estás y te harán el vacío. A la gente no le gusta oír historias de hospital. Cuando te pregunten cómo estás, contestarás: “¡Bien, divinamente!”

6. Cultivarás el optimismo sobre todas las cosas. Al mal tiempo buena cara. Sé positivo en los juicios, de buen humor en las palabras, alegre de rostro, amable en los ademanes. Se tiene la edad que se ejerce. La vejez no es cuestión de años, sino un estado de ánimo.

7. Tratarás de ser útil a ti mismo y a los demás. No eres parásito ni una rama desgajada del árbol de la vida. Bástate a ti mismo hasta donde sea posible. Ayuda con una sonrisa, un consejo, un servicio. Al abrirte a los demás dejarás de estar pensando en un “yo” angustiado y solitario.

8. Trabajarás con tus manos y con tu mente. El trabajo es una terapia infalible. Haz algo, lo que sea y lo que puedas. La bendición del trabajo es la medicina para todos los males, y si estás jubilado, ocúpate de actividades de servicio: los hospitales, asilos, iglesias, etc., siempre necesitan manos que ayuden.

9. Mantendrás vivas y cordiales las relaciones humanas. Desde luego las que tienes en el hogar, integrándote a todos los miembros de tu familia. Allí tienes la oportunidad de convivir con niños, jóvenes y adultos, el perfecto muestrario de la vida. Convive, pero sin inmiscuirte en los problemas de los demás, a menos que expresamente te pidan tu opinión. Recuerda: Ver, oír y callar.

10. No pensarás que todo tiempo pasado fue mejor. Deja de estar condenando tu mundo y maldiciendo tu momento. No digas a cada palabra: “Las cosas andan mal; allá en mi tiempo…” ¡Mira hacia el futuro con alegría! ¡Ponte nuevas metas, haz planes, sueña!

Le preguntaron a una mujer de ochenta años cómo definiría a un “viejo”, y ella tranquilamente contesto: “Es la persona que tiene quince años más que yo”.

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