¿Permisos o pleitos?

Está comprobado que los temas de mayor discusión entre padres e hijos no son sobre estudios, política o dinero, sino sobre los famosos permisos.



Principalmente en vacaciones y prácticamente durante todo el año, como mamás escuchamos constantemente por parte de nuestros hijos frases tales como: ¿Por qué a él sí y a mí no?… ¡A todos mis amigos les dan permiso menos a mí!… ¿Por qué son tan cuadrados?… ¡Sólo esta vez!

Vivimos en una época en que se dice que somos los padres quienes obedecemos a nuestros hijos y no viceversa.

¿Cómo ejercer esta autoridad sin vivir en un pleito continuo con ellos, sobre todo si son adolescentes? Está comprobado que los temas de mayor discusión entre padres e hijos no son sobre estudios, política o dinero, sino sobre los famosos permisos.

Los permisos no deben ser un medio de prohibición, sino más bien un medio para potenciar la libertad de los hijos. Deben estar orientados a desarrollar la autonomía, el autocontrol y la responsabilidad.

De hecho la misma palabra permiso hace referencia a permitir, es por ello que lo que se necesita son principios que ayuden a permitir. No significa controlar, pero tampoco dejar de guiar y formar.

¿CÓMO DEBEN SER LOS PERMISOS?

– Personalizados: de acuerdo a la edad de tu hijo, a su personalidad, circunstancias, realidad particular y a su capacidad de responder de manera autónoma. Si responde bien, los permisos irán mejorando.
– Paulatinos y progresivos: ir poco a poco dándole permisos por los que pueda responder con mayor facilidad, ayudándole así a ejercitar su responsabilidad y su libertad.
– Pensando en su futuro: considerar las implicaciones que pueda tener después. (Ej.: si le prestas el coche, tendrá más independencia).
– Realista: equilibrar la confianza en el hijo y en sus verdaderas capacidades y el realismo. Conocer a los amigos y a las familias de nuestros hijos para entender mejor su realidad.
– Educativos: deben fomentar la autonomía, pero al mismo tiempo la responsabilidad y el autocontrol.
– Firmes y flexibles: firmes en normas que prohíben una acción mala en sí misma y flexibles en aquellas que no representan un mal. (Ej.: si es una ocasión especial, puede quedarse a dormir en casa de los primos).
– Deliberados: deben ser fruto de la reflexión y del análisis de los padres. (Ej.: no se dan permisos por celular, sino en persona). Y un sabio consejo que recibí: elige tus batallas, no discutas por todo.
– Frente en común: los padres deben preestablecer juntos las reglas que el hijo debe respetar.
– Claros: trasmitir claramente al hijo lo que se espera de él y qué pasa si no lo cumple.
– Coherencia y consistencia: actuar conforme a lo que se exige. Cuando se niega un permiso, hay que cumplirlo. La incoherencia devalúa la autoridad y afecta el desarrollo moral del hijo.

“Saber dar permisos es forma concreta de amar a los hijos, porque lo que se busca es su bien objetivo. Requiere dedicación, esfuerzo y reflexión, pero vale la pena porque los hijos libres y responsables son más capaces de amar y por tanto ser más felices”.

 

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