En la actualidad, muchas mamás de distintos niveles socioeconómicos trabajan. Unas empiezan antes de tener hijos y continúan haciéndolo estando embarazadas; otras hacen una pausa desde su embarazo para dedicarse a sus hijos y retomar el trabajo más adelante.
Hay mujeres que tienen que trabajar durante, después del embarazo y siempre, porque son el pilar económico de la familia. Otras trabajan por decisión personal, y aunque gozan de horarios flexibles, enfrentan un doble reto: las labores propias del hogar y las profesionales, lo cual es desgastante.
Para los hijos es importante el enfoque que su mamá tiene de sí misma, de su familia y de su trabajo.
Cuando la mujer concibe su trabajo como una carga que resta tiempo a su vida en familia y se siente poco valorada, mal remunerada y explotada, sus hijos se dan cuenta y perciben abandono por parte de su madre, y tienden a ser conflictivos, buscando ser foco de atención.
El nivel de responsabilidad del cargo laboral juega un papel importante, es decir, qué tanto ese trabajo demanda largas horas de trabajo o responsabilidades fuertes.
Sin embargo, la situación de la mujer es la misma, si trabaja en una papelería, en labores de limpieza o si es neurocirujano, piloto aéreo o presidente de un país.
¿Por qué? Consiste en lograr el equilibrio mediante tres recursos indispensables: planeación, organización y redes de apoyo, lo cual puede implicar dos horas menos de sueño por la noche, o tener que posponer o disminuir tiempo destinado a actividades menos importantes.
Con esto quiero decir que aun cuando una mujer tenga un trabajo que no demanda mucho tiempo o esfuerzo, puede estar totalmente desorganizada, no contar con redes de apoyo y por ende descuidar o ignorar a sus hijos.
El ser humano necesita tiempo para la familia, el trabajo y los amigos; para la actividad física, el descanso y la distracción; para actividades espirituales o religiosas, y para tener contacto con la naturaleza.
Algunas mujeres dan prioridad a su familia y a su trabajo, y descuidan los demás aspectos.
Hay quienes el trabajo las llena de satisfacción y las mantiene vigentes en el ambiente social y laboral, enriquece su vida y les aporta beneficios sociales y económicos, así como motivación para ser personas integrales.
Los hijos de estas mujeres y cónyuges tienden a ser más comprensivos ante horarios difíciles y poco tiempo para la convivencia familiar, que es de mayor calidad y más satisfactoria.
De aquí la importancia que platiques con tus hijos y esposo sobre tu trabajo, tus inquietudes y miedos; que sepan que esa parte de tu vida es importante tanto para ti como para ellos.
Siempre es de gran ayuda tener un familiar o persona cercana al pendiente de los hijos, y que pueda asistir a compromisos sociales y escolares en representación de los padres.
Afortunadamente en nuestro país, las redes familiares permiten a muchas mujeres trabajar y sacar a sus hijos adelante.
En resumen, un trabajo que demanda mucho tiempo y responsabilidad puede ser bien compaginado con una vida familiar de calidad, siempre y cuando se tenga organización y apoyo familiar.
Y muy importante: que tú como mujer estés contenta con el ambiente laboral y con el tipo de trabajo que haces, ya que de otra forma, les trasmitirás constantemente a tus hijos una imagen negativa de tu trabajo, el cual acabarán por rechazarlo.
Por otro lado, entre algunas mamás que no trabajan existe el síndrome de víctima, ya que se sienten frustradas porque “su familia les ha robado la oportunidad de realizarse profesionalmente”.
Ante estas situaciones, ya sea por exceso de trabajo o por la falta de éste, es recomendable acercarse a un profesional para trabajar en los aspectos que impiden a la familia gozar de una sana convivencia, así como de plenitud personal y familiar.
Recuerda que si tú estás tranquila y satisfecha en tu trabajo, aunque el día a día no sea fácil, tu familia aceptará, vivirá y apreciará tu desempeño laboral; y por supuesto, estará orgullosa y agradecida por lo que haces por ellos.
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