Como adultos tenemos estresores diarios: deudas, trabajos demandantes, correos y mensajes constantes, por mencionar algunos. Y mientras nosotros estamos inmersos en nuestras preocupaciones, los miembros pequeños de la familia también pueden tener sus propios motivos de estrés.
¿Has pensado en esto? Para la mayoría de los niños la infancia es una época de inocencia, juegos y diversiones. Sin embargo, existen estadísticas que nos dicen que poco más de uno de cada 20 niños entre los 6 y los 17 años de edad sufren de ansiedad o depresión, dos condiciones que son producto del estrés.
Ahora bien, no solo están enfrentando situaciones de estrés, sino que no saben cómo hacerlo: la falta de experiencia hace que pierdan la perspectiva de lo que están viviendo y magnifiquen sus emociones.
Nosotros como adultos, sabemos que gran cantidad de situaciones tensas o difíciles van a pasar, y que no serán catastróficas; sin embargo, un niño lo percibe como si fuera el fin del mundo, ¡así es como se siente!
La parte del cerebro que se desarrolla más tarde es la que ayuda a la persona a enfrentar situaciones y a tomar decisiones, razón por la cual algunos niños y adolescentes se sienten sobrepasados ante una determinada situación.
Algunas fuentes de estrés en estas edades provienen de:
– Efectos de papá y mamá: nuestros hijos constantemente están viviendo la forma en que nosotros resolvemos conflictos, enfrentamos situaciones de dinero, trabajo, relaciones con otros. Son esponjas a las cuales nuestro estrés les puede llegar a afectar.
– El mundo exterior: noticias alarmantes del mundo (un niño pequeño no sabe distinguir si ocurre cerca de él o en países lejanos); la presión y competencia entre sus compañeros de escuela; la exigencia a veces indebida de sus padres.
– Demasiado trabajo… juego insuficiente: vemos a niños de diez años agobiados por sus calificaciones, horarios o trabajos. Tienen que jugar, divertirse y por lo menos estar una hora del día al aire libre.
Si estás preocupado/a de si tu hijo vive más estrés del que realmente puede manejar, los expertos sugieren que pongas atención en dos factores:
– Que tanto está teniendo actitudes o emociones negativas en su vida diaria.
– Qué tanto dura esta situación. Si dura más de dos semanas, entonces es una señal de alarma.
Y lo más importante, como papás no debemos enfocarnos únicamente en sus resultados académicas, sino en su desarrollo integral: estados de ánimo, amigos, deportes, juegos y relaciones dentro de su familia.
Esto hará que tu hijo o hija no viva con estrés.
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