Debido a las redes sociales y avances tecnológicos, el mantener una conversación cara a cara se ha convertido en algo poco común.
Estamos en contacto en forma abreviada y superficial con un número creciente de personas, pero cada vez nos sentimos más solos.
Para mejorar nuestras relaciones con los demás, comprenderlos y ser comprendidos, es esencial recuperar el buen hábito de hablar con tiempo y verdadera atención.
Se ha demostrado que un déficit de conversación hace al sujeto más susceptible de padecer trastornos psicológicos. La falta de comunicación, directa e interactiva con otras personas que puedan darle su opinión y ayudarle con sus problemas facilita el que queden atrapados en la mente.
Cuando una experiencia se estanca en el circuito cerrado de un solo individuo, las emociones se amplifican y los mismos hechos se acaban distorsionando, algo que podría haberse evitado con una plática en buena compañía.
En palabras de una experta: “una conversación bien llevada es una visión de cordura, una ratificación de nuestro propio modo de ser humano y de nuestro propio lugar en el mundo”
Sin embargo, esta actividad tan humana se puede volver en nuestra contra cuando no la realizamos de forma saludable o con personas adecuadas. Y vemos como gran parte de los problemas en la familia, los matrimonios, y los ambientes laborales con por no saber conversar unos con otros.
Comparto contigo diez puntos básicos para rescatar el “arte de conversar”:
1. Aunque estemos convencido de que el otro está totalmente equivocado, en lugar de discutir es aconsejable cambiar hábilmente de conversación. Es absurdo pretender que los demás estén de acuerdo con nosotros.
2. Nunca hay que interrumpir ni anticiparnos a la historia de nuestro interlocutor. Saber escuchar es la regla dorada del buen conversador.
3. Evitemos poner cara de fatiga durante el discurso de otra persona, así como distraernos con otra cosa mientras estamos hablando (mirar el reloj, hojear un libro, ver el celular)
4. La modestia nos ahorrará muchas antipatías. No hay que exhibir conocimientos, méritos o posesiones que haga sentir a los demás que se encuentran en inferioridad.
5. No es necesario hablar de uno mismo, a no ser que nos pregunten. Nuestros interlocutores se enterarán de nuestras virtudes sin necesidad de que se las precisemos.
6. La brevedad ocurrente es siempre más eficaz que entregarse a largos discursos o a historias aburridas.
7. Criticar o comparar unas personas con otras, así como censurar a los ausentes, puede parecer divertido, pero acabaremos causando una mala impresión.
8. Nunca hay que señalar ni corregir los errores en el lenguaje de los demás, aunque sean extranjeros, ya que se sentirán humillados por la observación.
9. No hay que ofrecer asistencia o asesoramiento a no ser que nos hayan pedido consejo expresamente.
10. El elogio excesivo crea desconfianza, pues nuestro interlocutor puede pensar que tenemos intenciones ocultas.
Al final, la esencia de un buen diálogo es nuestra capacidad de entregarnos al intercambio con el otro.
Es por eso que después de una conversación profunda nos sentimos transformados. Nos hemos nutrido con nuevas ideas y hemos sometido nuestra propia óptica a un enfoque diferente que amplía nuestra comprensión sobre el mundo y sobre nosotros mismos.
Puesto que es uno de los pocos placeres que no requiere otra inversión aparte del tiempo, merece la pena recuperar este viejo arte para volvernos a sentir humanos. La conversación con el otro no cuesta dinero, es gratis y nos aporta mucho.
Si el tiempo que gastamos en enviar o responder cientos de mensajes de compromiso, los dedicamos a compartir nuestra vida con personas que puedan enriquecerla, viviremos más felices, y afrontaremos los problemas de forma más inteligente y serena.
¿Cómo son tus conversaciones? Recuperemos esa magia al estar con otra persona, y recuerda, no requiere de ninguna inversión más que tu tiempo. ¡Inténtalo!
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