Para nuestros antecesores, la paciencia y la lentitud eran virtudes importantes para hacer grandes obras como copiar un manuscrito o edificar una catedral.
Hace ya algunos años vivimos en la cultura del aquí y del ahora, la prisa y la urgencia domina nuestra vida. Te has preguntado sinceramente ¿vivir así nos hace más felices?, o bien ¿tenemos miedo a encontrarnos a nosotros mismos y pensar hacia dónde vamos?
Nos dice Robert Louis Stevenson: “Tanta urgencia tenemos por hacer cosas que olvidamos lo único importante: vivir”.
Con el uso masivo del internet y de los teléfonos celulares, nos hemos acostumbrado a los resultados inmediatos: queremos saber sobre una persona, un restaurante o un evento, lo escribimos en Google y antes de un segundo ya sabemos dónde nació la persona, el mapa del restaurante o la hora del evento.
Enviamos un correo electrónico y no obtenemos respuesta rápido, marcamos en ese instante. Cada vez estamos más acostumbrados a esos tiempos de reacción y cualquier cosa que se tarde demasiado nos molesta.
Volvamos a las preguntas iniciales: ¿Vivir así nos hace más felices? ¿Dónde está el placer de la espera? ¿Qué sentido tiene correr tanto cuando no sabemos hacia dónde queremos ir? Para nuestros antecesores, la paciencia y la lentitud eran virtudes importantes para hacer grandes obras como copiar un manuscrito o edificar una catedral.
La pasión por lo instantáneo lo podemos ver reflejado en estos sitios de internet para solteros, en los cuales la persona dispone de siete minutos para una mini charla con la otra persona para decidir si continúa o no con el encuentro.
Esta misma prisa hace que los padres hayan perdido la paciencia a la hora de educar a sus hijos, además de sufrir constantes conflictos con familiares, amigos y compañeros de trabajo por la simple falta de tiempo para aclarar las cosas.
Está comprobado que la prisa genera estrés, angustia y frustración. Detrás de ella hay un problema de ansiedad generalizada. Corremos sin cesar porque no sabemos a dónde vamos ni que queremos hacer de nuestra vida. Detenernos a pensar nos da miedo. Y que equivocados estamos.
Comparto contigo algunos hábitos descritos por Francese Miralles en su artículo en la Revista del País, que pueden permitirte pasar de lo instantáneo a lentas y placenteras actividades de la vida:
– Recuperar el hábito de esperar: aunque haya cola en una tienda, si es allí donde queremos comprar, no cambies de lugar.
– Congela los correos electrónicos conflictivos: al menos 24 horas para que piensen bien lo que debes responder.
– Encarga un libro en la tienda de tu colonia: espera a que llegue y lo leerás con más ilusión.
– Ve películas clásicas y de arte: en lugar de ver solo películas del cine comercial, acércate a películas de los años sesenta o setenta, las cuales son más tranquilas y lentas
Estos son solo cuatro hábitos para pasar de lo instantáneo a gozar más la vida. Estoy segura de que se te han ocurrido muchos más.
Te invito a que los compartas conmigo, con tus amigos y podamos hacer a un lado nuestra vida de urgencias y prisas, y así recuperar la paciencia y la lentitud de nuestros antepasados.
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