Las mujeres han evolucionado a lo largo de la historia, pero ¿ha sido para bien o para mal?
En el marco del Día Internacional de la Mujer me gustaría plantearme junto contigo esta pregunta: ¿hemos avanzado o retrocedido las mujeres? Después de años de lucha por los derechos de las mujeres, ¿vivimos mejor que aquellas que nos antecedieron?
Durante los últimos años, el papel de la mujer ha cambiado muchísimo. Retrocedamos tres generaciones y veamos cómo las mujeres nacidas en los años treinta, muy pocas trabajaban o estudiaban. Se casaban muy jóvenes, de catorce o quince años; se dedicaban de lleno a su casa, a su marido, las familias eran más grandes: el promedio de hijos por mujer en los años sesenta, en México, era de siete; no trabajaban a menos que fuera necesario.
Con las mujeres que nacieron en los años cincuenta y sesenta, se inició el cambio: empezamos a estudiar, a formarnos, a trabajar, a votar. Las oportunidades de trabajo y realización se incrementaron en los campos políticos, laborales, económicos y sociales. Las familias se vieron reducidas a dos o tres hijos: aparece el movimiento feminista y una nueva forma de vida en la cual la mujer compagina familia y trabajo.
Ahora prácticamente las mujeres jóvenes estudian o estudiarán preparatoria, muchas terminarán una carrera y hasta una maestría; piensan trabajar, hablar varios idiomas, saber de computación, tienen pensado el número de hijos que les gustaría tener (uno o dos máximo); no se quieren casar a temprana edad. En fin, su vida es muy diferente a la de sus abuelas o la de sus mamás.
El día típico de una mujer ejecutiva o profesionista que está casada y tiene un empleo de gran responsabilidad en una empresa, es mucho más ajetreado y estresante que el de la mujer de hace unas décadas. Muy probablemente se inicia en las primeras horas de la mañana y no termina antes de las once de la noche. Su trabajo puede incluir varios viajes al mes, comidas o cenas fuera de casa, largos horarios de oficina y, por supuesto, estar disponible en su celular para cuando la necesiten.
Si bien estas condiciones de trabajo son las mismas para los hombres, para una mujer estas actividades se suman a las responsabilidades de atender el hogar y a los hijos, y en algunas ocasiones a sus propios padres.
Encontramos entonces mujeres luchando día a día por ser buenas profesionistas, esposas, madres, amigas e hijas; haciendo ejercicio para estar en forma; buscando métodos de belleza para estar guapas y atractivas; asistiendo a reuniones sociales y terminando muchas de ellas totalmente agotadas, estresadas o hasta deprimidas a lo largo de los años.
Por un lado, acepto esta realidad en el cambio de la mujer. Me parece algo maravilloso ya que tenemos más oportunidades que antes; pero, por otro lado, percibo el gran riesgo que tenemos de caer en un desequilibrio de vida, que nos lleve a descuidar nuestra esencia como mujeres, como madres y como esposas.
“¿Quién inventó eso del Feminismo?”, me preguntaba una amiga, si hace unos años estábamos tan contentas, y ahora resulta que tenemos que ser súper mujeres: hacer de todo y hacerlo bien.
La liberación femenina ha traído, sin duda, muchos beneficios. No obstante, en este camino se han perdido algunas ventajas, tales como el tiempo libre, la serenidad y vivir con más sencillez.
¿Dónde está aquella mamá tranquila y en paz a la que encontrabas en su casa por las tardes? ¿Dónde está aquella esposa que estaba al pendiente de las necesidades de su cónyuge? ¿Dónde está aquella mujer que vivía feliz y serena?
Como todo en esta vida, el equilibrio es lo más deseable. Estoy convencida de que no podemos y no queremos volver a las condiciones de hace tiempo, pero tampoco me convence la vida que nos estamos “autoimponiendo”.
Vivamos un Feminismo en equilibrio. Esto implica el realizarnos como mujeres en el campo laboral, pero también realizarnos como mujeres en el campo familiar y personal y no permitir que este dizque feminismo nos llene de ideas absurdas de competir con los hombres y hasta de vivir peleados con ellos.
Recobremos nuestra feminidad, ¡para que resurjan los caballeros de antes!
El sentirnos protegidas por un hombre no es señal de debilidad, dejémonos consentir y conquistar por ellos, y comprobaremos cuánto más felices podemos ser.
La vida es muy corta, hay que aprovecharla al máximo, pero también ¡gozarla en su totalidad y con equilibrio!
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