Suele decirse que el mayor miedo de los seres humanos es hablar en público. Se trata de un acto tan intimidante, que cuando llega el momento no siempre podemos hacerlo como quisiéramos.
Hablar en público de manera correcta puede ser decisivo en nuestras vidas: ascensos laborales, imagen pública, autoestima.
Comparto contigo algunos consejos prácticos que pueden ayudar a tener autoconfianza para desterrar el miedo al ridículo que suele sentir el expositor, canalizar positivamente la tensión nerviosa para que nuestro mensaje resulte atractivo e interesante, la gente guste de escucharnos, siga nuestras recomendaciones, recuerde nuestras palabras y se lleve el mensaje a su casa.
Presentación y exposición
Dado que nuestro arreglo personal provoca la primera impresión, debemos cuidar que no haya desorden alguno en nuestro atuendo, que sea pulcro, acorde al evento y que tenga la elegancia de la sencillez. Al hablar de pie debemos asumir una posición firme, pero natural.
El saludo
Debemos iniciar cualquier exposición en público con un saludo ordenado, acorde a la ocasión, que incluya, en primer lugar, un agradecimiento; a continuación, dirigirnos a quien preside el evento; si existe un presídium, hacer un saludo general a sus integrantes y finalizar con una mención al público en general.
No debemos olvidar una regla de oro de la oratoria: hablar únicamente de lo que sabemos, conocemos, entendemos; y de esto, decir lo que sentimos y pensamos.
El principio
Si no atrapamos la atención del público con nuestras primeras palabras, tendremos que remar contra la corriente a lo largo de nuestra presentación. Por ello, debemos iniciar con una frase atractiva, sorpresiva, llamativa, que desconecte mentalmente a todos los asistentes de sus pensamientos y los introduzca de inmediato a nuestro mensaje.
El final y el contacto visual
Debemos tener en cuenta la importancia del final, porque lo último que decimos en la tribuna es lo que el público tiene más a mano para juzgar nuestra actuación.
También es básico establecer contacto visual con todos los presentes.
La respiración y la voz
Utilizar la respiración profunda, diafragmática, en la que se llenen los pulmones para reducir la tensión nerviosa, y mejorar el buen uso de la voz.
Para el apropiado manejo de la voz, se recomienda cuidar la dicción: pronunciación, puntuación, hacer pausas y completar las frases y oraciones sin interrupciones intermedias.
En cuanto a la modulación de la voz, el gran secreto de la oratoria: la emotividad, que a su vez es el antídoto al veneno de la monotonía.
Movimientos del cuerpo y ademanes
Los ademanes son casi tan importantes como la voz, ya que alimentan al sentido de la vista, el más dinámico medio de percepción, pero tienen que ser adecuados para reforzar el mensaje, evitando que distraigan o confundan al público.
La improvisación
Un reto frecuente para el expositor es la improvisación, y hay que aceptarla cuando no se esté fuera de tiempo, circunstancia o autoridad.
Para no ser sorprendidos en cualquier reunión a la que estamos invitados, debemos pensar en la posibilidad de tener que improvisar y llegar preparados. Hay que recordar que la improvisación puede convertirse en una valiosa oportunidad de lucimiento.
Los recursos del expositor
Desde antes, conocer bien el tema a desarrollar, la ocasión del evento, el público, programa completo, tiempo, lugar de la presentación.
Si vamos a utilizar computadora o proyector, siempre probarlos antes, y contar con alternativas en caso de que no funcionaran.
Ese miedo a hablar en público, con preparación y organización ¡lo puedes vencer!
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