“Nunca rompas el silencio sino es para mejorarlo”, afirmó hace muchos años el gran músico y compositor Beethoven.
En la actualidad nos falta silencio, tanto a niños como a los adultos. El silencio es una fuente inagotable de sabiduría, aprendizaje y belleza. Gracias al silencio se genera la melodía y el ritmo de la música; existe la calma, la prudencia, el pensamiento y la razón.
Cabe mencionar que existen silencios malos, por llamarlos de alguna forma; aquellos que coartan, que están rodeados por el miedo o la injusticia. Estos no nos interesan, sino aquellos silencios que nos permiten encontrarnos con nosotros mismos y con los demás.
El silencio es la ausencia del sonido, tenemos a aprender a escuchar a las personas, a la naturaleza y al mundo que nos rodea, para entender que hay silencios mucho mejores que cualquier sonido.
Son pocas las personas que saben cuándo hablar y cuando callar; las que saben usar los silencios, y menos aquellos que saben llevar una buena conversación o diálogo.
Seguramente has escuchado el viejo proverbio que dice: la naturaleza nos ha dado una boca y dos orejas para escuchar el doble de lo que hablamos. ¿Lo hacemos?
El silencio en una conversación es tan importante como las palabras. Los beneficios son varios:
– Capacidad de escucha efectiva, realmente centramos nuestra atención en lo que el otro nos está comunicando.
– Mejor conocimiento de la otra persona para comprender mejor su carácter y forma de actuar.
– Es atractivo, ya que a muchas personas les encanta ser escuchadas y entendidas.
– Autocontrol, permitirá que no pierdas el control de tus sentimientos.
– Sabiduría, te permitirá reflexionar antes de hablar.
El silencio no implica renuncia o miedo, sino pausa, reflexión y prudencia. Se aplaca tu ira, te tranquiliza, esclarece tu mente para que te enfoques con más lucidez en la consecuencia de tus actos. Puedes analizar con calma tus problemas y encontrar la mejor solución.
Al practicar el silencio no sólo nos comunicamos mejor con los otros, sino que obtenemos algo muy importante para ser felices: el tener acceso a nuestro interior, saber cómo somos y que queremos en la vida.
Para aprender el valor del silencio, debemos fomentar el no acostumbrarnos al ruido continuo en nuestra vida diaria. No es una tarea fácil, es una cuestión de cambio de hábitos, buscar momentos de reflexión personal y ser constante en ellos.
Disfrutar el silencio no tiene precio, y paradójicamente gastamos mucho dinero para escuchar ruidos molestos. Vivimos rodeados de ruidos que nos obligan a mantenernos alejados de nosotros mismos y nos mantienen apegados a las cosas.
Los grandes momentos exigen silencio para poder estar atentos, no distraerse y concentrarse en los verdaderos significados.
Y algo sumamente importante antes de despedirme: educar a nuestros hijos para que aprendan a estar en silencio es una tarea que no debemos olvidar.
Que en tu familia se vivan momentos de reflexión personal. ¡No tener miedo a enfrentarnos a nosotros mismos! Es lo más valioso que tenemos como personas.
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