El niño emperador

Cuando un menor entre 11 y 17 años recurre a engaños, no acata instrucciones, es irresponsable y huye de las obligaciones y manipula, puede ser que sufra del síndrome del niño emperador.


Síndrome niño emperador


¿Has escuchado este calificativo? Al fenómeno de desobediencia constante, de insultos, de reto, que llega hasta la violencia física se le conoce como síndrome del niño emperador. Desafiar a los padres no es algo que se le vaya a pasar cuando sea más grande. ¡He aquí el problema!

Por síndrome se entiende como un grupo de síntomas que, en conjunto, forman un patrón o condición particular. Se manifiesta sobre todo en niños y adolescentes de entre 11 y 17 años, y su principal característica es la presencia de conductas violentas hacia los papás. Se presenta tanto en niños como en niñas.

Esta conducta aparece cuando un niño que debería ser feliz y hacer felices a sus padres se convierte en el símbolo de una falta de tolerancia, de la frustración que parece cada vez más dominante en nuestra sociedad. Este joven quiere hacer las cosas como él quiere, y lo quiere ahora, y no le remuerde la conciencia a la hora de ser violento.

¿Cómo saber si tu hijo o hija es un emperador? Revisa esta lista de síntomas, y si ves que tiene tres o más, pon manos a la obra para corregir esta actitud:

– No se le puede negar nada; hace berrinches y agresiones para conseguir lo que quiere.
– No siente culpa ni remordimientos al agredir.
– Es egocéntrico.
– No es empático.
– No acata instrucciones.
– Recurre a engaños.
– Golpea.
– Es irresponsable y huye de las obligaciones.
– No se preocupa por su seguridad ni la de los demás.
– Manipula.

Ahora bien, no se puede ver a un niño sin antes no voltear a sus papas: el niño puede reflejar síntomas de que algo pasa en la familia. Para prevenir estas conductas, los especialistas sugieren:

– Poner límites. No se trata de censurar, establecer reglas para poner orden y que todo funcione mejor.
– Escuchar: especialmente sus necesidades.
– Estar pendiente de sus actividades. Saber qué ven en la televisión e internet, quiénes son sus amigos, qué pasa en la escuela.
– Que los padres se comuniquen de forma efectiva y tomen decisiones en conjunto.
– Fomentar el desarrollo de la inteligencia emocional y la conciencia, que es ayudar a los hijos a reconocer sus emociones y las de los demás, fomentando la empatía y practicar actos altruistas.
– Enseñarles a cultivar habilidades no violentas. Hay que predicar con el ejemplo, y en casa privilegiar el diálogo, escuchar a los demás y actuar en consecuencia.
– Poner barreras claras. Los padres no deben tolerar la violencia ni el engaño, y el pequeño debe saber que no puede cruzarla.

Si las familias empiezan a notar que el niño tiene actitudes tiránicas, hay que buscar ayuda profesional, ya que esta conducta se puede convertir en un trastorno antisocial, y el único que sufrirá y se verá afectado será tu hijo, ¡no lo permitas! Empieza cuanto antes y no te arrepentirás.

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