Los suegros son factores importantes en una relación, pero hay que saber diferenciar sus actitudes hacía nosotros.
En la etapa de la pareja denominada nido vacío, los padres tienen la posibilidad de reencontrarse dejando ir sanamente a los hijos y empezar un nuevo ciclo con el compañero, reiniciando un mundo lleno de posibilidades disfrutable para ambos miembros.
Sin embargo, la realidad supera a la teoría y esos son los menos de los casos. La ausencia de uno de los miembros, vivir una relación disfuncional con los hijos, sobreprotegiéndolos sin importar la edad, resolverles la vida, y por supuesto siendo intrusivos en las decisiones que toman en su vida en pareja es lo más común.
Me pareció interesante leer sobre una clasificación de tipos de suegros, para que puedas reflexionar si te encuentras en esta etapa de la vida que tipo de suegra o suegro eres:
Los suegros positivos
Una vez que termina la crianza de los hijos, ser un suegro respetuoso y viviendo su propia vida, es quien generalmente se mantiene activo de pensamiento, de trabajo, pero sobre todo libre de responsabilidades con los hijos.
Cuando los hijos llegan de visita, son encuentros disfrutables, de respeto, de consejos, convivencia, respetando las diferencias de edad y empujando a hijos, padres, nietos y suegros a continuar de forma sana e independiente cada quien su camino.
Los suegros negativos
Cuando la familia de origen ha pasado desajustes en su funcionamiento o estructura, ello se refleja casi siempre en las nuevas parejas y aquí hay varias combinaciones, generalmente disfuncionales para los hijos y los nietos:
– Suegros que se apoderan de los hijos: bajo la influencia de sus padres las parejas recién formadas, son receptoras de comentarios por el bien de los hijos, en donde los suegros se entrometen con la nuera o el yerno, indicándoles la manera más adecuada de tratar o educar a su hijo, no dejando a la nueva pareja desarrollarse sanamente.
Existen hijos o hijas apegados altamente a los padres e incapaces de desprenderse de ellos, que caen de inmediato en este estilo familiar tan dañino.
– Suegros que es apoderan de los nietos: controlando las costumbres, alimentación, cuidados físicos, emocionales y más. Se asumen, con más derechos que los padres en la crianza y aun con la autoridad moral para mandar a sus hijos y decidir cuál es el mejor futuro para todos ellos.
Son abuelos que no quieren crecer, que no saben hacerse responsables de sí mismos, por ello se dedican a cuidar a los demás.
– Suegros desapegados: en la contraparte del apego, están quienes difícilmente se acercan a convivir con los hijos y con los nietos, temerosos de compartir muchas veces el plano emocional.
– Suegros chantajistas: una vez que los hijos abandonan el hogar, se garantizan de enfermarse o necesitar la presencia de la familia, siendo incapaces de convivir consigo mismos y con un miedo muy fuerte a la soledad o al reencuentro con la pareja.
Un caso aparte son los suegros que por algún infortunado acontecimiento de la vida padecen alguna condición de discapacidad.
– Suegros con complejo de mamá gallina: personas que una vez casados los hijos o con pareja, mantienen o retienen por más tiempo a los hijos que cuando eran solteros, materialmente viven con ellos, y solo duermen fuera de su casa.
– Suegros con culpa: si los hijos no tuvieron los mejores cuidados, los nietos se vuelven el centro de atención en donde vuelcan aparentemente todo su amor, tratando de satisfacer sus propias frustraciones.
– Suegros que han perdido a su pareja: se vuelcan en los hijos y nietos, siendo incapaces de enfrentar su soledad y su futuro, encubriéndolo en la dedicación y cuidado de su descendencia.
– Suegros dominantes: si han formado hijos dependientes, los nietos son parte de su extensión genética y abiertamente dominan mediante su influencia económica, moral o de otro tipo.
Y así podríamos mencionar otras situaciones, ya que cada combinación y familia es única. Sin embargo, vale la pena tener en consideración algunos consejos:
Si eres suegro o suegra debes hacerte responsable de ti mismo, respetar el papel de autoridad de tus hijos como nuevos padres; seguir creciendo como persona; no quieras resolverles la vida a tus hijos, ya son adultos y tienen una familia propia.
Poner distancia con la familia de origen y arreglar los propios problemas en la pareja, resulta ser siempre más sano a pesar de los tropezones.
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Lucía Legorreta de Cervantes
cervantes.lucia@gmail.com
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