Si tienes un hijo adolescente, seguramente te cuesta trabajo entender porque ocasionalmente se comporta de manera impulsiva, irracional o peligrosa. A veces parece que ellos no piensan las cosas a fondo o no consideran las consecuencias de sus acciones.
Los adolescentes son diferentes a nosotros los adultos en la manera en que se comportan, resuelven problemas y toman decisiones.
Pues bien, hay una explicación biológica para esta diferencia, y es el cerebro, que continúa madurándose y desarrollándose durante la niñez, la adolescencia y hasta principios de la edad adulta.
¿Qué pasa en el cerebro de un adolescente? La región del cerebro llamada amígdala, que es responsable de las reacciones instintivas incluyendo el temor y el comportamiento agresivo se desarrolla durante los primeros años de vida. Sin embargo, la corteza frontal, que es el área que controla el razonamiento y nos ayuda a pensar antes de actuar, se desarrolla más tarde, y va madurando hasta la edad adulta.
Durante la adolescencia aumentan las conexiones cerebrales y se va desarrollando la mielina que ayuda a las células a comunicarse. Pero aún no están cubiertas del todo.
Esto hace que al enfrentarse con desafíos, presiones, tentaciones o estrés, su cerebro aún no está del todo desarrollado. No es que los adolescentes no hayan tenido el tiempo ni la experiencia para adquirir un sentido amplio del mundo; simplemente, sus cerebros aún no han madurado físicamente.
Es por esto, que los adolescentes tienden a:
- Actuar impulsivamente
- Leer mal o malinterpretar las señales sociales y emocionales
- Envolverse en toda clase de accidentes
- Involucrarse en peleas
- Participar en comportamientos peligrosos y arriesgados.
Y por lo tanto, no piensan antes de actuar; no hacen una pausa para considerar las consecuencias potenciales de sus acciones, ni modifican sus comportamiento inapropiados o de riesgo.
Como padres, debemos ser conscientes de lo que está pensando y sintiendo nuestro hijo/a adolescente, y recordar que también vivimos esta etapa.
Si bien los adolescentes tienen una gran sed de libertad, requieren de un cerco de seguridad en torno a ellos, mismo que como papás y maestros debemos ofrecerles, marcando siempre límites claros.
Te dejo con un buen consejo que alguna vez me dieron cuando mis hijos vivían esta etapa: obsérvalos mucho…corrígelos poco y ámalos con todo tu corazón.
Te puede interesar: ¿Solo o a solas?
* Las opiniones expresadas en esta columna son de exclusiva responsabilidad del autor y no constituyen de manera alguna la posición oficial de yoinfluyo.com
Facebook: Yo Influyo