Leí un artículo que me gustó mucho de Max Kaiser titulado: Vivir con menos, para vivir con más, en el cual menciona cómo desde pequeños nos enseñan a querer y a buscar más en todo: cualquier cosa material o inmaterial, era sólo el escalón previo para buscar algo más.
Nuestra vida se ha convertido en una carrera frenética para acumular cosas o substituirlas: más de todo, todo el tiempo.
De pronto, de un día para otro, sin esperarlo, llegó la pandemia. Y esa carrera por tener más se detuvo bruscamente. De un día para otro se redujo el espacio en que habitamos, las personas con las que interactuábamos y las actividades que acostumbrábamos hacer en un día.
En un principio, pensamos que sería poco tiempo y que regresaríamos a la normalidad pronto. Los ahorros alcanzarían, los proyectos podían esperar y la familia iba a aguantar.
Las semanas se convirtieron en meses, y los meses en años. Pero más que pretender ser pesimista, me gustaría reflexionar las grandes lecciones que aprendimos de esta experiencia.
Sin darnos cuenta hemos aprendido a vivir con menos de todo. Menos espacio para movernos, menos compromisos por día, menos ingresos, y también menos gastos. Menos diversión y contacto con personas distintas; menos traslados y prisas.
Menos tráfico y menos contaminación; menos privacidad y menos espacios propios, menos cosas, menos lujos, menos formalidades.
Dejamos de usar camisas, sacos, corbatas y zapatos de vestir. De pronto algunos pantalones o vestidos, playeras y tenis empezaron a ser suficientes para vivir cada día.
Y todo aquello que tenemos guardado hace años ahora parece que no sirve para nada, es más, nos estorba.
Cosas que considerábamos indispensables, pasaron a segundo plano. Aquellos compromisos con personas ajenas se volvieron menos importantes.
Nos hemos dado cuenta que para trabajar en casa se necesita muy poco: una computadora, un celular, una pluma y algunos cuadernos.
Estamos gozado más a nuestros seres queridos; nos hemos vuelto más creativos, más tolerantes con los demás, y a la vez más serviciales; hemos entendido cuáles son las prioridades en la vida.
No podemos controlar todo lo que sucede, somos vulnerables y nuestra salud no depende del todo de nosotros. Hemos sido solidarios unos con otros; empáticos con aquellos que sufren y conscientes unos de otros.
Fueron meses y años difíciles, no olvidemos que las enseñanzas han sido muchas.
Te invito a valorar lo positivo de cada situación, para poder crecer como persona y como sociedad.
Recuerda: podemos disfrutar mucho más…con mucho menos.
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