El egocentrismo, la codicia y la orientación traen una sensación de vacío, sin sentido, escasez e infelicidad; mientras que el altruismo, la generosidad y la orientación son fuente de plenitud, sentido, abundancia y felicidad.
El dinero puede darnos un estilo de vida muy cómodo y placentero, así como una falsa sensación de seguridad. Pero no puede comprar nuestra felicidad. Porque nuestro bienestar no depende de lo que tenemos, sino de quienes somos y de cómo nos sentimos.
Nos dejamos llevar por los bienes materiales, para terminar, dándonos cuenta de que las cosas importantes no pueden verse ni tocarse, sólo intuirse y sentirse. Muchas personas creen vivir en una pobreza material, cuando realmente lo que viven es una pobreza emocional.
El problema es que nunca es suficiente. De pronto tenemos más dinero, pero seguimos sintiéndonos tensos e irritados. Tenemos éxito y respetabilidad, pero seguimos sintiéndonos solos y tristes. Tenemos comodidades y seguridad, pero somos esclavos de nuestros miedos.
Cada vez más seres humanos están optando por llevar una existencia más tranquila, simple y sencilla. Te preguntarás ¿por qué?
¿De qué nos sirve lo que tenemos si no gozamos de tiempo para disfrutarlo? ¿De qué nos sirve pasar el día estresados y cansados? En concreto, ¿de qué nos sirve ganar mucho dinero si no somos felices?
Hay estudios muy interesantes realizados por el economista norteamericano George F. Loewenstein que se centró en los efectos emocionales que producen por un lado la codicia y por otro la generosidad. Los participantes de diferentes edades, sexos, razas y profesiones fueron divididos en dos grupos.
Todos recibieron $6,000 dólares cada uno. Al primer grupo se le pidió que en un plazo de dos meses se gastaran el dinero en regalos para sí mismos. Mientras que a los integrantes del segundo grupo se les dijo que usaran el dinero en regalos a otras personas.
Dos meses más tarde se obtuvieron resultados opuestos. La satisfacción del primer grupo había durado relativamente poco; tras el placer y la euforia inicial, volvían a su estado de ánimos normal. Con el paso de los días, incluso se sentían más tristes y vacíos.
Los miembros del segundo grupo se habían sentido mucho más satisfechos y plenos que los del primer. El hecho de pensar de qué manera podían utilizar el dinero para beneficiar a los demás, ya era motivo suficiente para que los participantes experimentaran un bienestar interno.
La conclusión fue que el egocentrismo, la codicia y la orientación al propio interés traen una sensación de vacío, sin sentido, escasez e infelicidad; mientras que el altruismo, la generosidad y la orientación al bien común son fuente de plenitud, sentido, abundancia y felicidad.
Este gran investigador corroboró de forma científica y empírica que a nivel emocional recibimos lo que damos.
La auténtica felicidad reside en nuestro interior. Cuando comprendamos esta verdad, dejaremos de desear muchas cosas materiales que no necesitamos.
Como bien dice Emile Henri Gauvreay: Hemos construido un sistema que nos persuade a gastar dinero que no tenemos en cosas que no necesitamos para crear impresiones que no durarán en personas que no nos importan.
Piensa muy bien: ¿De qué vale el dinero si no somos felices?
Mejor disfruta de una vida sincera, abundante y plena.
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