Creemos hacer bien de nuestros hijos al sobreprotegerlos, sin embargo, hacemos lo contrario
Definamos primero que es la sobreprotección: significa hacer por el niño o el joven lo que él puede hacer por sí mismo. Recuerdo muy bien las palabras de un experto: “todo lo que hagas por tu hijo o hija que pueda hacerlo solo: lo estás limitando”.
Esto aplica a cualquier edad: si puede abrocharse las agujetas y tú lo haces; si puede hacer su tarea y tú la realizas; si puede manejar un coche y tú lo llevas a todas partes; si puede conseguir trabajo y tú lo haces: lo estás limitando y volviendo un joven o adulto inútil.
Veamos, algunas de las causas por las cuales los papás sobre protegemos a nuestros hijos:
– Confundir la sobreprotección con amor:
Queremos mostrarles nuestro cariño y amor a través de facilitarles la vida al máximo, para que no necesiten esforzarse. Muchos papás se convierten en sirvientes de sus hijos y consideran que su tarea también es evitarles cualquier molestia o decepción; y defenderlos de cualquier agravio o contratiempo.
– La sobreprotección da una razón de ser, hacer que se sientan importantes.
Podemos caer en el error de asfixiar a nuestros hijos, impidiendo su desarrollo natural, ya que esto nos hace tener una razón en nuestra vida y ante los demás somos muy importantes.
Es una necesidad enferma de los padres que obliga al hijo a depender de ellos, so pena de llenarse de culpa. Son padres que no tienen su propio proyecto de vida y solo lo llenan con sus hijos. La consecuencia es que éste nunca logra independizarse como ser humano.
– La sobreprotección permite controlar:
La persona controladora, y en este caso los papás, se resisten a aceptar los cambios que van surgiendo en su vida y a aceptar que sus hijos son prestados y que su obligación es que sean adultos independientes y seguros de sí mismos.
La mamá o papá controlador quiere decidir quiénes deben ser los amigos del hijo, como debe vestirse, como debe comportarse, qué debe estudiar y cuáles deben ser sus aficiones, y al hacerlo termina aniquilando su individualidad.
– Sobreprotección por miedo:
Tenemos todo tipo de miedos en relación con nuestros hijos: a que se lastimen, a que sufran, a que se enfermen, a que fracasen, a que sean infelices. Es natural como padres tener estos miedos, pero si dejamos que invadan nuestras vidas, estamos perjudicando a nuestros hijos.
Uno de los miedos más comunes es el miedo a que crezcan y nos abandonen. Debemos reconocer que a medida que pasa el tiempo irán haciendo su propia vida, y tener la seguridad de que siempre seremos importante para ellos.
– Sobreprotección por desconfianza:
A que no hagan las cosas como a ti te gusta, o que las hagan mal. Esto se llama arrogancia, y más que desconfiar de sus capacidades, necesitamos enseñarles a hacer las cosas, capacitarlo y lo más importante: dejar que se equivoque y que aprenda por sí mismo.
¿Cómo saber si tu hijo o hija está sobre protegido? Comparto contigo ciertas actitudes que nos enseña Rosa Barocio, buena amiga mía, en su libro “Disciplina con amor”:
– Niños que les cuesta trabajo adaptarse a nuevas situaciones y depende del adulto.
– Está acostumbrado a que le hagan las cosas y le sirvan.
– Nunca se ofrece a ayudar, no es servicial
– No hace la tarea sin ayuda
– Solo hace las cosas si se le recuerda o si se le ayuda
– Se pone de mal humor y se queja cuando tiene que esforzarse
– Es miedoso e inseguro
– Se queja constantemente de que lo molestan los demás niños.
– Pide las cosas lloriqueando
– No tiene iniciativa
– Tiene dificultad para relacionarse
– Es flojo y caprichoso
– Es egoísta e insensible a las necesidades de los demás
– Es demandante y exigente.
Las consecuencias son graves, la sobreprotección acaba con la voluntad del niño y lo vuelve inútil, dependiente y flojo. Lástima su autoconfianza y lo convierte en un ser inseguro, cobarde y miedoso. Incapacita al niño y al joven para la vida.
¿Quieres esto para tu hijo o hija? Hoy te invito a reflexionar y a ser sincero para aceptar si estas protegiendo de más a tus hijos.
Recuerda: todo lo que pueda hacer él o ella solo y tú se lo haces: lo estás limitando. Mejor piensa todos los días:
“Yo aliento a mi hijo para caminar por la vida y lo ayudo a crecer seguro e independiente. Comprendo que puede equivocarse, celebro su libertad para avanzar en la vida”
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