Los monstruos imaginarios de nuestras bendiciones se alimentan de miedo y el monstruo real de México, también lo hace: ¿Quién es ese monstruo?
Esta ñora anda desde hace unos días con unas ojeras de miedo… no es que las ojeras den miedo –nada más poquito– sino que las provoca el miedo de uno de mis escuincles, perdón, bendiciones. Ya se sabe cómo es el asunto, se niega a irse a dormir porque un monstruo sale de debajo de la cama o despierta a medianoche gritando porque el monstruo lo quiere atrapar. En cada ocasión, uno hace el ritual de revisar con el escuincle –sí, disculpen ustedes, pero con tanta interrupción de sueño lo de bendiciones lo veo borrosito– debajo de la cama, mostrarle que no hay nadie, dejar una luz auxiliar prendida… y luego de varias rondas, ceder y llevarlo a dormir a la cama que esta ñora comparte con su ñor.
Estos monstruos como cualquiera que haya visto Monsters Inc. y secuelas sabe –y los que la hemos visto cuarenta veces lo tenemos tatuado en la retina– se alimentan del miedo, y una vez superado el miedo con apapachos, con refuerzo a la autoestima y con un poquito de disciplina, el miedo desaparece. El monstruo deja de dar lata.
Los mexicanos tenemos uno de estos monstruos nocturnos que alimentamos durante años con el miedo, la complacencia de los otros poderes, la fuerza de la costumbre y algunos dicen que hasta es una cuestión de herencia histórica –esta ñora se declara ignorante en el tema histórico de herencias, nomás entiende que le tocan un par de aretes de la abuelita que cierta hermana le anda escamoteando–. En fin, que el monstruo colectivo que no nos deja dormir se llama: presidencialismo.
Como cualquier monstruo nocturno ha tenido temporadas de baja actividad. De unos años para acá, hubo quien creyó que había sido derrotado, porque parecía que había desaparecido cuando el poder dejó de estar en un solo partido. O sea, había la posibilidad de que el presidente municipal fuera de un partido, el gobernador de otro y el presidente de uno diferente. Además, las Cámaras tenían un equilibrio de mexican alambrito porque a veces se doblaban para un lado y, a veces, para el otro; pero prendían la luz y espantaban al monstruo.
Sin embargo, los terrores nocturnos volvieron, y sí por voluntad de un montón. El monstruo hoy está ahí, y sí viene con todo. Y algunos rasgos del pasado se vuelven a reforzar, las ceremonias mañaneras, perdón, en las conferencias mañaneras se tratan temas locales. En los eventos de campaña, perdón, en los eventos de gobierno se lanzan instrucciones sobre los temas de cada población. El aparato de estado se puede fácilmente lanzar contra un individuo incómodo. Este monstruo presidencial sí tiene una sombra muy larga… ¿y qué se le hace? Se le echa luz.
Sí, se le echa luz fijándose en lo demás que hay: exigiendo al gobernador, aunque sea del mismo partido y parezca que no puede hacer nada sin la venia del monstruo. Ignorar al monstruo y exigirle al presidente municipal, exigirle a los diputados locales, exigirle a los diputados federales, exigirle a los senadores. En una de esas les hace gracia que se les haga caso y hasta trabajan… Esta ñora educa a sus escuincles… bueno, a sus desveladas bendiciones, con refuerzos positivos y subrayando sus buenas acciones. Tal vez los representantes populares necesitan eso.
Esas exigencias también pasan por acercarnos más entre vecinos, entre compañeros de trabajo, entre amiguis, para reforzar redes que amortigüen los intentos del monstruo por destruir a un individuo. O sea, como cuando esta ñora no tiene más opción que llevarse a su propia cama a la bendición. Y de una vez, porque esta ñora ya sabe lo mal pensados que son, no se anden llevando a nadie así nomás a su cama, es una me-tá-fo-ra.
Y si de plano, no es por las buenas ni por las metáforas, quizá convenga recordarles a todos aquellos que tienen posiciones de gobierno que su sueldo se paga de los impuestos de todos y si no van a trabajar y van a dejar que sea el monstruo quien haga su chamba, pues nomás le pagaremos al monstruo que además en esta edición es muy barato, según él. Así que sin pena… –y hoy sin gloria, porque esta ñora de verdad cae de sueño– dejemos de alimentar con miedo y complacencia al monstruo nocturno del presidencialismo.
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