Conoce al nuevo administrador de la Ñora…
Como tantas ñoras en este país, esta ñora vive en un condominio. Y como es un país democrático hemos elegido a un administrador de entre nosotros porque ni la ñora ni sus vecinos creen que se deba acudir a los poderes neoliberales de las empresas administradoras profesionales que dan esos servicios y se atreven a cobrar un porcentaje por su trabajo. Y si algún malhablado dice que es porque no hay fondos suficientes, les echaremos a la prensa… perdón, el pueblo bueno del mundo condominal se les echará espontáneamente encima.
Nuestro amado administrador fue electo, en realidad, por cuatro de los dieciséis condóminos porque ocho de ellos tuvieron flojera, emergencias y debían algo de lana y les dio penita aparecerse en la junta. Dos votaron en contra, uno se abstuvo y el otro voto por los dos candidatos porque no encontró una moneda para decidir y su voto se anuló. Nadie duda de la legitimidad democrática de su elección. Ni modo, así esto de la democracia.
Y, además, desde que entró ha hecho grandes cambios… en los letreros. Los contenedores de basura ya no dicen orgánico e inorgánico, sino que dice: Materia viva en proceso de transformación para ser composta, pero pues no; y Desechos que podrían ser reciclados si no nos diera flojera. Después pasó a una política más conciliadora con los condóminos deudores porque le da no sé qué que no participen en las decisiones del condominio. Así que ahora los deudores también pueden votan en las decisiones condominales y ahora están planteando una súper reforma al reglamento para condonarles los pagos que no han hecho porque pobrecitos, todavía les quedan muchas letras por pagar por sus camionetas Mercedes Benz… A uno, porque el otro esta ñora y sus amigas ñoras vecinas sí sospechan que es narco, pero… como no es chismosa pues se calla.
Además de cambiar los letreros, nuestro amado administrador que se levanta muuuuy temprano todos los días y grita su informe de labores justo donde todos lo podamos oír –nadie hacía eso antes, hay que reconocerlo, pero tampoco dice nada nuevo mañana tras mañana– ha decido sabiamente que los pagos, que salen de nuestras cuotas, ahora se ofrecerán cada mes a los posibles asaltantes, junto con una rifa de nuestra llave de entrada a los departamentos, siempre y cuando los posibles asaltantes se anoten en un censo que él va a armar con gente de su confianza.
De este modo, esta ñora y los vecinos tendremos certeza sobre cuándo seremos asaltados y no se encajarán con ninguno porque sólo la suerte decidirá a quién le toca entregar la llave. Los vigilantes obviamente se tendrán que ir a su casa porque parecía que trabajaban con la mafia del poder. Así que parte de esas cuotas ahora tendrán un mejor destino: invertir en un viejísimo coche que ya no tiene ventanas, está todo golpeado y abandonado en la calle donde nos estorba un montón para salir y sirve para que los asaltantes se escondan y te tomen por sorpresa. Así que un lugar de tramitar que una grúa de las autoridades se lo lleven, será nuestro y le pintaremos florecitas y pondremos lucecitas en el interior. Chulo de bonito, va quedar según le dice a esta ñora el sabio administrador legalmente electo.
Esta ñora quisiera pensar que esta administración es una pesadilla de la que pronto despertará; pero la realidad que es más terca que los escuincles, perdón, bendiciones, cuando no quieren comer chayotes cocidos, le dice que no va ser una cuestión mágica. Así que esta ñora se puso a leer el reglamento y la ley de condóminos, parece que si organiza al 25% de sus vecinos o si logra que el comité de vigilancia se ponga de su lado –lo ve difícil porque son los dueños de las camionetas– se puede convocar una junta y revertir la pesadilla.
No será fácil, pero a esta ñora la indiferencia y la dejadez no se le dan. Ni modo, es mitotera por naturaleza. ¡A dar lata a diputados, senadores, diputados locales, concejales, ediles, presidentes municipales, gobernadores! Vigilarlos, exigirles, apoyarlos… ahí está el camino, no es lindo ni brillante, pero la realidad actual lo es menos.
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