Las ñoras siempre están para calmar las peleas entre los hijos por juguetes o cualquier otro objeto que desean al mismo tiempo para que haya un equilibrio, pero en el caso de los poderes de la nación cada cual debería actuar con responsabilidad si se pretende que este país funcione como una república.
¡Oh la cantidad de tiempo que una ñora invierte en evitar que sus escuincles, perdón, sus bendiciones se maten entre sí por pelearse por un juguete o por la caja del juguete, o por usar la caja para escalar hasta lo más elevado de una vitrina! Y más grandes cuando pretenden ser corredores de la Fórmula Uno y apenas aprendieron a manejar y le toca a una volverlos a la realidad antes que se estrellen en un poste. De las ocurrencias de los ñores ya ni les platico, porque no acabo, entre el que se rompe una costilla tratando de hacer rappel o se compra una moto y trata de equilibrar 150 kilos de felicidad familiar acumulada en grasa…
El papel de un ñora sí es hacer eso por su familia. El papel del ejecutivo federal no es contener al legislativo, —ah, ya ven lo formal que puedo ser cuando quiero—, pero para que me entiendan, ni nuestro no-podré-dormir-hoy-de-la-emoción-de-lograr-mi-sueño-guajiro ni su equipo tendrían que andar saliendo a corregirle la plana a los del PT ni a los Monreales ni a ninguna otra de las criaturitas del Señor que pastan en la Cámara, perdón, que legislan en la Cámara. No tendrían; pero menos mal que lo hacen, porque sus costumbres silvestres de no ver más allá del árbol bajo el que pastan los hace comportarse como cabras que tiran al monte y no ven lo que se llevan entre las patas: las inversiones, la bolsa, la confianza…
Así que por lo pronto, qué bueno. Pero por la otra, la idea de que somos una república con división de poderes amenaza con perderse. Sí, con la misma facilidad con la que esta ñora pierde las llaves en su propia bolsa, hoy estamos perdiendo la posibilidad de que las Cámaras sirvan para lo que tendrían que servir.
Queda claro que si las criaturitas a las que hoy llamamos senadores y diputados hubieran leído la Constitución antes de anotarse en la lista para ser candidatos, sabrían que su primer deber es responderle a la gente que los eligió y no al partido por el cual llegaron. Y evitarían verse como porristas gordas de college gringo con sus pompones y falditas coreando consigas tipo es un “honor estar con Obrador”.
Esta ñora llora, y que se le corra el rímel por toda la cara como que ya no le importa, porque parece que el país pierde de todos modos. Con los changos salvajes que hay en el legislativo si este se muestra independiente sale peor que la película de Jumanji —¡ay, mi Robin Williams tan lindo!— y si esta dinámica de control de daños se sigue dando desde el ejecutivo, pues perdemos la esencia de la república y el equilibrio de poderes. Esta ñora sabe que una vez que el sachet del baño —las hierbitas secas del platoncito— ha perdido la esencia de lavanda con eucalipto, no queda más que tirarlo y poner uno nuevo; pero andar nada más así poniendo nuevos sistemas de gobierno no parece deseable ni tampoco fruto de un consenso. Ay, con qué olor a podrido comienza este nuevo gobierno.
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