Los signos de la simpleza de AMLO se dieron claramente desde que era jefe de gobierno de la ciudad más complicada del mundo.
Esta ñora siempre ha sido fan de la observación de la naturaleza. Aunque no se dedicó a la biología como profesión, no es por presumir –o sea, sí– pero le fue muy bien esa materia en la escuela. Le encanta especialmente la clasificación de las especies con sus nombres científicos. Es tan chulo de bonito que además se ponga en latín y toda la cosa. Hasta parecen hechizos de Harry Potter.
Ese pasatiempo ha rendido frutos hoy. A siete meses del inicio formal de esta administración la ñora ha llegado a un veredicto sobre el nombre científico de quien encabeza este gobierno, no es un Pejus indestructibilis como parecía en la campaña ni un Gansus cansadus de unos meses para acá, la especie es el Simplis simplisimus.
Los signos de la simpleza de este espécimen se dieron claramente desde que era jefe de gobierno de la ciudad más complicada del mundo. ¿Que hay muchos coches y que hay mucho espacio arriba de nuestras cabezas? ¡Hagamos un segundo piso! Así nada más, sin haber explorado formalmente otras opciones. Ya en campaña se tuvo el célebre video de la explotación del petróleo haciendo un hoyito y metiendo un popote. Parece que esa solución sí se complicó un poco, pero no por culpa del Simplis simplisimus sino por esa campaña en contra de los popotes para salvar a las tortugas.
Por supuesto, desde hace siete meses las muestras de las características del Simplis simplisimus se ha multiplicado más que los juguetes tirados de los escuincles, perdón, bendiciones, en las vacaciones. Los enviados para ocupar puestos claves en ciertos organismos descentralizados donde los candidatos no sabían ni lo más simple, ahora sí que ni el CEL por lo redondo. Para continuar meses después con un intento de simplificar las cifras del IMSS: si gozan del IMSS cuentan como trabajadores, cuando al contrario, para sostener en parte al IMSS sólo cuentan los trabajadores que sí cotizan no los becados por el mismo gobierno. Aunque el culmen, lo que llevó a esta ñora a confirmar todas sus sospechas fue la simple declaración hecha en Ecatepec: “No crean que gobernar tiene mucha ciencia”. ¡Y no la tiene si las mayores horas de trabajo las dedicas a interactuar con periodistas que sólo de vez en cuando lanzan una pregunta difícil! Y si después te vas en tu “simple” Suburban –¿o será que el Jetta embarneció y por eso parece Suburban?– a seguir prometiendo que la corrupción ya se acabó aunque ni Lozoya haya pisado no la cárcel sino la procuraduría a firmar un autógrafo –algún fan tendrá—y a repetir que el dinero se da a la gente para “simplificar” todo. Parece que el sistema de salud anda simplificando tanto que todas las recetas nada más dicen: ajo y agua… Muy naturales, pues.
El Simplis simplisimus lleva su simpleza al grado de evadir cualquier situación que le pueda alterar el esquema. Está muy cómodo comiendo en cuanta fonda caminera se le cruza; lo cual en principio la ñora sí envidia porque los tacos de barbacoa y los papanzules sí son su mero mole –parece que el mole no le gusta al Simplis por ser poblano, nomás sacar el mole a sus enemigos–, pero huye del G20 porque ahí sí está complicada la cosa.
En lo único que Simplis simplisimus parece que no cede es en su nombre. ¡Hubo todo un debate en Twitter porque hay quien lo llama López! ¡Y que es López Obrador! Mandaron maldiciones a todo aquel que le diga simplemente López, como si lo degradaran. ¿Qué pensarán todos los que llevan ese apellido? Aunque en una de esas sí prefieren que no los relacionen ni de chiste ni en serio.
Las consecuencias de la actuación del Simplis simplisimus no son “simples” ni “sencillas” ni “fáciles” de preverse con detalle; pero sí es evidente que no pintan nada bien, pero como se leyó por ahí: si para salir adelante hay que tocar fondo, ojalá que no tengamos gran capacidad de excavar.
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