Como Ñora, debo ser solidaria con mi amigui que se enamoró del hombre equivocado, pero no quiere darse cuenta, ni qué hacer.
Una bonita característica de las ñoras es nuestra solidaridad con otras ñoras, somos bien solidarias con nuestras amiguis porque las queremos. Con tristeza, algunas enfrentan problemas con sus maridos. Y feos. Esta ñora va despepitar un caso específico, sin dar nombres porque como decían las abuelas –aquellas que nomás nos cuidaban de “a gratis” y sin “obligación estatal”– se cuenta el pecado, pero no el pecador.
O sea, sí saquen el detergente para el lavadero. La amiguis de esta ñora es guapa, inteligente, capaz y de hecho es dueña de una empresa; a veces, es muy soñadora, y sí como muchas pensaba que debía buscar un hombre que le facilite la administración de su empresa y hasta que la sacara de trabajar; pero no sólo eso, que la tratara como una reina y besara el suelo que pisara. Casi todas las ñoras hemos pasado por ese periodo, pero ya en la realidad nos damos cuenta que un matrimonio es exitoso cuando se trabaja juntos, cuando ambos avanzan de la mano para lograr realizarse… Las frases cursis de ayer, día del amor y la amistad, todavía andan presentes.
Volviendo a esta historia, hace años la amiguis de esta ñora conoció a un muchacho, un poquito entrado en años, un poquito lento para hablar, un chirris limitado en sus ganas de trabajar, eso sí, le decía que le gustaba mucho levantarse temprano y sí, lo hacía así todos los días y enseguida le llamaba por teléfono para echarle unos discursos que no eran muy largos, pero sí le tomaba mucho tiempo acabarlos por aquello de su lentitud al hablar.
Al principio a ella le daba un poco de resquemor que se hubiera tardado 14 años en terminar la carrera, pero él le decía: “Ve lo perseverante que soy, en lugar de dejar la carrera, la acabé”. Luego le empezó a dar desconfianza que cada que salían ella acababa pagando la cuenta porque él sólo traía doscientos pesos en la cartera y le comentaba que no tenía propiedades, entonces, le insistía que era un hombre de ideales, no de materiales.
Ella se resistía y salía con otros, pero aquel seguía ahí y la llevaba a comer tlayudas, quesadillas, tacos de barbacoa, y le enseñó a comer pitaya y le contó de las maravillas del jugo de piña. “¡Ah, su mecha cómo es rico!”, le decía él.
Cuando ya como que iba cayendo, lo llevó a una reunión. La verdad estábamos muy felices por ella, porque se le veía ilusionada por primera vez, aunque al salir mi ñor me dijo: “¿Te fijaste que él cree que todo se arregla muy fácil? Que si el petróleo se saca con popotes; que si él dice un hijo pórtate bien, se porta bien; que si juntas monedas que te encuentras por la calle en un frasco puedes viajar por el mundo… y así”. Reconozco que esta ñora le echó una de esas miradas matadoras porque es muy feo andarle viendo los defectos a las parejas de las amiguis antes que una se dé cuenta. Hay un orden en el universo, pues.
Esta ñora se resistió un poco a creer que en la felicidad hubiera un riesgo real, después de todo la había perseguido por años. Además, su cabecita de algodón era taaaan linda –en tantos años de rogón, pues acabó encaneciendo–, y sonreía tanto y parecía dopado cuando alguien le preguntaba si de verdad uno podía encontrare tantas monedas tiradas en la calle como irse de viaje. A veces daban ganas de decirle: “cosiiita”, como dice una de mis escuinclas, perdón, bendiciones, cada que proclamaba que “amor y paz”, “abrazos, no balazos” y otras frasecitas muy cute.
Justo en esas fechas, poquito antes de la boda, esta ñora tuvo noticias de otra amiga a la que no veía en años porque es del sur continente. Resulta que la pobre había caído hacía años con un tipo que se murió, pero que logró dejarla amarrada con otro que resultó peor de inMaduro y nefasto que el primero. La pobre Vene –ups, a esta ñora se le salió el nombre– estaba toda golpeada, en los huesos y viviendo de una escasa ayuda que recibía de sus parientes. Y entonces esta ñora se dio cuenta, pero la amguis ya no oía razones. Su cabecita de algodón era su mundo.
Se casaron en julio, pero empezaron a vivir juntos hasta diciembre. Total, que en estos tres meses ya le metió a vivir a su casa, y de las ganancias de ella, a ocho parientes. Le insiste e insiste en que su tío sea el nuevo contador de la empresa. La abrió una cuenta donde le dice que va a meter las ganancias que antes eran para reinventir y que ahora usarán para mantener a sus parientes de Tabasco. Además, no le cumplió con poner las demandas judiciales contra un gerente que le había robado, tampoco ha reparado la fuga de agua que no la dejó arreglar antes porque él se ocuparía, le insiste que deje de ir al ginecólogo y vaya con una chamana de saberes ancestrales, amenaza con contratar guardias civiles que traen una cara de golpeadores, e insiste en que venda todos los camiones repartidores de la compañía porque son muy fifís.
Esta ñora sabe que no es fácil aceptarlo y menos tomar medidas porque, pues, su corazoncito se resiste a aceptar que la hayan engañado otra vez, y peor que antes. Pero entre más se tarde, peor será todo. Esta ñora tiene fe que reaccione y se sacuda pronto lo que, si no, se puede convertir en una tiranía de por vida. Ni modo, amiga, date cuenta, AMLO, no te quiere… nomás te usó.
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