Todos sabemos que el lenguaje, al ser el vehículo de nuestros pensamientos, es de capital importancia. Tanto, que la manipulación de éste ha sido una poderosa arma política, utilizada por las peores tiranías, ya que, aun cuando una mentira repetida mil veces no puede cambiar la realidad; bien sabemos que sí tiene el poder de falsear la percepción de ésta. Y es que la reiteración de determinadas palabras y frases equívocas, ambiguas y engañosas logran enmascarar conceptos inadmisibles y transformar, por obra y magia del lenguaje, nuestra manera de percibir y entender la realidad, trocando: lo dudoso en cierto; lo inmoral en moral y lo vergonzoso en loable. Veamos algunos ejemplos que están en boga actualmente.
Comencemos por las ideologías que, apoyadas por la manipulación del lenguaje y la invención de nuevos conceptos, son introducidas en las instituciones educativas a fin de desarraigar, avergonzar y debilitar a unos estudiantes que, ignorantes de su propia historia, adoptan el mito de que la civilización occidental ha sido dañina y ominosa para la sociedad. Con objeto de promover y apoyar esta falacia, a las lecturas de los clásicos, que cada vez se leen menos, se les agrega las llamadas “advertencias de activación”, que avisan a los lectores que lo que están a punto de leer contiene al menos, un tema tan “perturbador” que podría provocar un ataque de ansiedad al lector quien además, cuenta con espacios seguros y casas temáticas universitarias, en las cuales sólo son admitidos quienes pertenecen a determinada etnia, raza u “orientación sexual”.
Este disparate se complementa con el término microagresión, como se denomina a cualquier palabra o argumento que ofenda los “sentimientos” de un grupo o de un individuo. Por ejemplo, se denomina “microagresión ambiental” a los campus universitarios cuyos edificios sólo tienen nombres de personas blancas; a las películas en las cuales la mayoría de los personajes son blancos y también a aquellas que representan estereotipos o los llamados roles de género. Llegando al colmo del sinsentido, también se califica de microagresión preguntar a una persona por su origen, debido a su acento o características físicas. Además, el no usar los pronombres de preferencia de una persona considerada transgénero, deliberadamente, ha pasado rápidamente de ser clasificado como microagresión a considerarse delito de odio que como mínimo lleva a la suspensión, sino a la cárcel, de profesionistas y alumnos, los cuales deben ser “reeducados” a fin de poder incorporarse nuevamente a sus actividades.
La mayoría de nuestros líderes nos otorgan otro excelente ejemplo de la manipulación del lenguaje pues hablan de transparencia mientras la gran mayoría de ellos practica la corrupción; denominan desaceleración a la terrible crisis financiera; brotes verdes a los falsos signos de recuperación económica y actualización de precios a la constante subida del costo de vida.
Además, sabemos por experiencia que se pueden imponer pacíficamente, medidas tiránicas, manipulando palabras y conceptos. Basta aterrorizar, con el apoyo de los medios, a la mayoría de la población que, ante la mortal pandemia aceptó agradecida las soluciones denominadas astutamente, medidas sanitarias de emergencia. Esta fue prolongada gracias al concepto de nueva normalidad que incluyó la llamada sana distancia, como se llamó a provocar, el nada sano temor, de que cada uno de los pocos seres humanos con los que nos relacionábamos albergaba, en cada uno de sus poros, el peligrosísimo virus. A fin de sostener lo insostenible, todo argumento contrario, fue clasificado como información falsa. La desescalada, junto con la hoja de ruta fueron los pomposos términos con los cuales, muy poco a poco, se permitió a la población salir de su madriguera y retornar a las actividades.
Actualmente, las perversas ideologías son arropadas bajo los llamados derechos humanos; concepto bajo el cual, paradójicamente, se pretende eliminar el derecho más importante, el derecho a nacer. Así, la preñez si es deseada, es llamada embarazo, pero en caso contrario se le llama gestación; el ser humano concebido, pero no nacido, si es deseado por su madre es un bebé más si no ha sido deseado es sólo un amasijo de células que hay que eliminar a través del aborto, al cual se le disfraza de interrupción voluntaria del embarazo. Así, llamamos derecho a decidir a la eliminación de la vida en su etapa más vulnerable; doctor, al carnicero que hace del asesinato de los más indefensos, su pérfida profesión; y disimulamos, tras el nombre de clínica de salud, el abortorio, lugar del crimen.
Y si creemos que estamos libres del lenguaje políticamente correcto utilizado a fin de deformar nuestras conciencias, revisemos ciertos términos utilizados, a diestra y siniestra, por la mayoría nosotros que denominamos: noviazgo al amor libre, vivir juntos al amancebamiento, matrimonio abierto al adulterio consentido. Además, utilizamos con frecuencia términos ambiguos, como pareja, con el cual designamos tanto al casto novio o al marido fiel como al amante, al adúltero y hasta a la pareja homosexual; conducta actualmente aceptada por muchos al ser considerada, una condición de vida. Denominamos sexo seguro a la masturbación; control de la natalidad a la falta de control; gestación subrogada al vientre de alquiler; las madres son personas gestantes mas los homosexuales que adquieren bebés son llamados padres y bajo el ostentoso término de reproducción asistida, encubrimos técnicas que incluyen la selección de óvulos y de espermatozoides así como la manipulación y la eliminación de embriones. Se le llama terapia de conversión a la terapia de afirmación del sexo biológico correspondiente y afirmación de género llamar a un hombre, mujer y una mujer, hombre.
Asimismo, llamamos: abierto de mente a quien acepta, de buen grado, ideas y conductas inmorales mientras estén recubiertas con un barniz de inclusión y tolerancia; canita al aire a la infidelidad; ojo alegre al mujeriego; orientación sexual a la negación de la complementariedad hombre y mujer; salud reproductiva a la destrucción de la concepción. Y en el colmo del ridículo, llamamos arboricidio, término aceptado por la ya políticamente correcta Real Academia Española (RAE), a la tala injustificada de árboles.
Desconfiemos de quien: “al mal llama bien, y al bien mal; que de la luz hace tinieblas, y de las tinieblas luz; y da lo amargo por dulce, y lo dulce por amargo”. El sistema imperante desea adormecer y silenciar nuestra conciencia a fin de dictar hasta nuestros más íntimos pensamientos.
Los franceses dicen que: “Quien pierde la lengua pierde también el alma”. Recuperemos el lenguaje, recuperemos nuestra alma y recordemos que ésta, sólo pertenece a Dios. Y hoy, que se habla tanto de diálogo, pero se rechaza la verdad; recordemos que tenemos la obligación moral de buscarla, aceptarla y defenderla; pues como nos recuerda San Agustín: “Los que no quieren ser vencidos por la verdad, son vencidos por el error.”
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