La ley natural nos proporciona la brújula que guía y encausa nuestras acciones, pasiones y apetitos. Sólo a través de ella podremos construir una sociedad justa.
Cuando las leyes dependen de la voluntad del hombre, se corre el peligro de legitimar artificialmente lo que de manera natural es ilegítimo, injusto y por ende inmoral.
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